Es el verbo de la primavera. Todo a nuestro alrededor experimenta un cambio, una transformación. La vida pelea por desarrollarse, por brotar, por crecer, incluso allí donde parece imposible. ¡Hasta en el asfalto surgen flores! Nacer es la invitación de la Pascua. Ya Jesús le había pedido a Nicodemo que lo intentara… Hay que nacer de nuevo, a una vida nueva, a una persona nueva, a unas actitudes nuevas… Pero nacer es un verbo pasivo: uno se deja hacer, se deja llevar por el ritmo de la vida, por las manos maternas que –tiernas- le abren a una dimensión desconocida, llena de luz, color y sonido… Quizás tengamos que dejarnos salir a la alegría de la Pascua , a la nueva vida que ella nos contagia. Y prestar atención… ¿Qué está naciendo dentro de mí en este tiempo de Pascua? Sentimientos, actitudes, compromisos, valores evangélicos… Permite que Dios saque de ti lo nuevo que está naciendo... ¿Qué persona nueva está naciendo en tí?
Para nacer “de nuevo” hay que morir “antes”. Qué difícil es para nosotros –humanos- comprender lo que es el morir. No terminamos de comprenderlo. Ya lo dice aquel: Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
ResponderEliminarY, sin embargo, los cristianos qué claro lo tenemos con Cristo: Él nos lo enseñó en su propio Ser, para llegar a la vida eterna hay que finalizar la vida terrena.
Quizás sea más fácil comprender ese paso si experimentamos conscientemente cada año la Pascua, el morir del hombre viejo y el nacer del hombre nuevo.