lunes, 16 de octubre de 2023

REZANDO EL ROSARIO DESDE SCALA COELI - Día 16


 

Misterios del Santo Rosario


Quinto Misterio Gozoso: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.


«Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres...

Y sucedió que al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas» (Lc 2, 41-47)


Reflexión:

Dos interrogantes entre la Madre y el Hijo

     Jesús, María y José suben a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Pero en el viaje de regreso, los padres se dan cuenta de que su hijo, de 12 años, no está en la caravana. Angustiados, desconcertados desandan el camino, lo buscan y preguntan hasta dar con él en el templo. Es un encuentro marcado por dos interrogantes:

1. Hijo, ¿por qué has hecho esto con nosotros?, tu padre y yo, angustiados te hemos estado buscando.

2. La respuesta del Hijo: ¿pero no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre? (Lc 2, 48).

     ¿Qué sentimientos se despertarían en el corazón de la Madre? Se podría haber preguntado: ¿Yo, que soy su madre, qué pinto aquí? Sin embargo, ella conservaba todo esto en su corazón, lo dejaba reposar y madurar. Así le fue posible transmitirlo más tarde a los discípulos, a la Iglesia.

     Todavía no ha comprendido que el Hijo es de ella, pero no es para ella y deberá someterse a una pérdida más dolorosa. En vez de perderlo tres días lo perderá durante tres años. Jesús, su Hijo, estará lejos, no enviará noticias, no recibirá a los parientes que fueron a preguntar por él.

     Nosotros por experiencia sabemos que a Dios no es fácil entenderlo, “sus caminos no son nuestros caminos” (Is 55, 8); lo único que podemos hacer es amarlo y aceptar su manera de actuar. “Lo entenderás más tarde…” (Jn 13, 7).

     No entender y sin embargo dar el propio asentimiento, es la razón constitutiva de la fe cristiana. El Hijo mismo no llegará a comprender en la cruz por qué el Padre le ha abandonado.

    En la familia de Nazaret nunca ha faltado el asombro, ni siquiera en un momento dramático como el de la pérdida de Jesús: es la capacidad de sorprenderse ante la gradual manifestación del Hijo de Dios.

     Jesús volvió con ellos a Nazaret y crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres (Lc 2, 51-52). Jesús crecía y en consecuencia, la encarnación progresa.


Fr. Manuel Uña, OP
Convento Virgen del Camino – León



* Padrenuestro.

* Diez Avemarías.

* Gloria.

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