Misterios del Santo Rosario
Segundo Misterio Doloroso: La Flagelación de Jesús
“Todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decía: Haz de profeta. Y los ciados le daban bofetadas”. “Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran” (Mc 14, 65; Jn 19, 1).
Reflexión:
Pilato mandó azotar a Jesús y luego lo presentó a aquellos que se lo entregaron afirmando: “Aquí tenéis al Hombre”. El Hombre no decía nada. Todo lo que tenía que decir ya lo había dicho. Ya había aceptado beber este cáliz para cumplir la voluntad de su Padre. Por eso, no era necesario atarlo a ninguna columna, a ninguna parte. Jesús no quería ir a ningún lado, solo quería cumplir la voluntad de Dios, y para esto no necesitaba estar atado a nada, ni a nadie.
Jesús se abrazó a la “columna” de una experiencia de Dios vivida y sentida como Padre, como verdadero Padre que está siempre pendiente de todos sus hijos. Un Padre bueno, misericordioso, que no actuaba pegado a la Ley sino pegado al Amor, al cariño y a la cercanía de los hombres, sus hijos. Por eso, Jesús recibió el primer latigazo, por vivir así, de esta forma, su relación con Dios. Jesús, el Señor, se abrazó a aquella columna porque en ella estaba su amor misericordioso a toda la Humanidad.
Él era el buen pastor que guiaba a la Humanidad hacia Dios. Él estaba en medio de los hombres como Luz, como Verdad, como Vida, ¡cómo no iba a abrazar este profundo amor al género humano! Por esto, Jesús recibió el segundo latigazo, por vivir así, de esta forma, su relación con los hombres. Jesús, el Señor, seguía abrazado a aquella columna porque en ella estaba el nacimiento de su Iglesia. Él había reunido a sus discípulos y los había mandado al mundo, aunque ellos no eran del mundo. Los discípulos de Jesús, la Iglesia del Señor, no se mueve por los mismos intereses que se mueve el mundo, aquel mundo que se había hecho al margen de Dios, del que habla San Juan de Ávila.
Por esto, Jesús recibió tantos y tantos latigazos que anticipaban tantos y tantos hermanos y hermanas cristianos dispuestos a verter su sangre atados a otras columnas, sufriendo otros castigos. Al final, ECCE HOMO, aquí tenemos al Hombre. Al Hombre fiel a Dios, al Hombre fiel a los hombres.
¿Hasta dónde llega nuestra fidelidad a Dios y a los hombres? ¿Qué columnas son las que nosotros hoy podemos abrazar?
Fr. Benito Medina Carpintero OP
Convento Santa Cruz la Real – Granada
* Padrenuestro.
* Diez Avemarías.
* Gloria.
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