lunes, 17 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino a la Esperanza (13)

 


“SED MISERICORDIOSOS COMO VUESTRO PADRE ES MISERICORDIOSO”

    Trece días han transcurrido desde que iniciamos en fe y esperanza nuestro camino cuaresmal, avanzamos hacia la conversión del corazón, hacia el reconocimiento pleno del Señorío de Dios en nuestras vidas, a celebrar la Pascua con el alma y la conciencia orientadas a nuestro Redentor.

    Hoy Jesús nos invita a ser misericordiosos como lo es nuestro Padre, como si nos dijese que la misericordia divina está al alcance de nuestras fuerzas, que más que una manera de acercarnos y acompañar a otros, es una gracia que nos ha sido dada y que debemos ponerla en práctica.

    Sin dejar de entender que la misericordia hace referencia a la relación asimétrica que existe entre Dios y la  humanidad; pues ella evidencia el Amor sin medida de Dios frente al rechazo de quienes nos perdemos en la búsqueda de nosotros mismos; hay en esta interacción una grandeza divina que se nos comunica, en lo accesible de Dios se nos da la oportunidad de reconocer nuestra condición de hijos de Dios y nuestra necesidad de ser para lo que fuimos creados.

    Nuestro Dios misericordioso en su afán de rescatarnos del pecado se hace vulnerable para acoger nuestras flaquezas, para curar nuestras heridas, se abaja a nuestro suelo para ser uno con nosotros y acompañarnos en nuestras dudas, camina a nuestro lado, es el compañero fiel y silencioso que siempre nos espera, que se manifiesta fiable, estable, seguro.

    La misericordia, por tanto, nos habla de cómo es Dios con sus criaturas y cómo nos sueña siendo una familia humana, compartiendo en humildad nuestras vidas, aprendiendo y enseñando en verdad, dejando atrás las apariencias, rompiendo las cadenas que frenan la fidelidad y la coherencia, teniendo como referencia la manera de Amar de Dios, para hacernos conscientes de que lo bueno, lo bello, lo santo, lo perfecto proviene de Él y lo comparte con nosotros.

    Porque somos obra de sus manos, imagen y semejanza de Dios, impregnados de su misericordia, de ahí que, la invitación de Jesús a que seamos misericordiosos como nuestro Padre del Cielo, sea una llamada a vivir en comunión con nuestro ser, a no desvirtuar todo aquello que hemos recibido por pura Gracia y Amor, a que estemos conectados con nuestra raíz, a que actuemos en conformidad con nuestra condición de hijos de Dios, a que no olvidemos que aunque somos barro también somos templo del Espíritu Santo y obra redimida, llamada a testimoniar un Amor que puede más que nuestros pecados.


Hna. Natalia Abata Minda, DSS

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