"POR ESO OS DIGO QUE SE OS QUITARA A VOSOTROS EL REINO DE IDOS Y SE DARA A UN PUEBLO QUE PRODUZCA FRUTOS"
¡Cuántas veces creyéndonos inocentes podemos ser como uno de esos labradores de los que habla el evangelio! ¡Cuántas veces vivimos echando y expulsando de nuestra vida a Jesucristo o a los demás!
Cuando vivimos pensando sólo en nosotros mismos olvidándonos de los otros;
cuando somos ajenos al dolor de los últimos, de los más pobres, de los más desfavorecidos;
cuando vivimos sin tener en cuenta los bienes de la tierra, derrochando o despilfarrando;
cuando no hacemos nada por cambiar el mundo o callamos ante las injusticias;
cuando no nos abrimos a la conversión a la que nos llama el evangelio;
cuando no obramos con misericordia;
cuando…
Hoy, el Señor, podría decirnos también a nosotros lo mismo que dijo a los sumos sacerdotes: “Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca los frutos”.
Necesitamos personas con las manos llenas de amor para que lo extiendan por el mundo;
personas que busquen la comunión en medio de una sociedad dividida;
personas que quieran, busquen y trabajen por la paz en una realidad empañada por las guerras y las situaciones de violencia;
personas que, junto a papa Francisco, clamen por la condonación de la deuda a los países empobrecidos y por la creación de un fondo por eliminar el hambre en el mundo reduciendo el dinero dedicado a las armas;
personas que sepan cuidar de nuestro planeta porque no se dejen llevar por las necesidades que desde esta sociedad de consumo se nos quieren imponer;
personas que no se cierren en sus ideologías y sepan abrirse a los otros para caminar juntos y construir así una sociedad en la que todos tengan un sitio;
personas que sepan acoger y ofrecer posibilidades a las personas que tienen que emigrar buscando la posibilidad de un futuro o de una vida digna;
personas que valoren a los demás por lo que son, hijos e hijas de Dios, y no porque sean o dejen de ser útiles para ellas;
personas que vivan el espíritu de las bienaventuranzas haciéndolas vida en su propia vida.
Hoy, el evangelio, nos invita a vivir como vivió Jesucristo, entregando nuestra vida en la cotidianidad para que todos tengan vida y la tengan en abundancia. Hoy a todos se nos invita a ser sembradores para que los frutos del Reino de Dios se extiendan por toda la tierra.
Fr. Javier Aguilera, OP
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