ANA Y MARÍA “AGRADECIDAS”
La palabra agradecimiento atraviesa las lecturas que la Iglesia hoy nos presenta, una acción de gracias al Señor por el don de la vida, por su obra salvadora en medio de la historia y de la humanidad.
Hay un paralelismo entre la primera lectura y el Evangelio, dos mujeres: Ana y María, dos historias, un mismo Dios que crea la vida en medio de lo imposible.
Por un lado tenemos a Ana, mujer estéril, al borde de la desesperanza, mal vista a ojos de su pueblo…¿quién no hubiera caído en la desesperanza ante un sufrimiento tan grande? La gente se burlaba de ella, la despreciaban porque ser estéril era signo de castigo por los pecados cometidos; sin embargo, Ana experimenta el milagro de Dios en su vida.
Su vida, sumida en la tristeza y el abatimiento pasa a ser un canto de acción de gracias por la Misericordia que Dios ha tenido con ella. Por eso ofrece a su hijo Samuel con alegría, porque todo don recibido de parte de Dios sabemos que no es para nosotros mismos, sino para gloria y alabanza del Creador.
Vemos este canto agradecido también en la vida de María. Dios obra el gran milagro de que nazca su Hijo en el seno virginal de una muchacha, obra que María recibe sin condiciones. Nos damos cuenta de cómo el Señor es capaz de hacer germinar un fruto tanto en una tierra virgen como en una tierra árida y estéril.
Esto nos anima a no desfallecer en el camino, a no caer en la desesperanza, hemos de dar gracias por cada detalle de nuestra vida, que no viene de nosotros sino de Dios. Ana y María nos muestran la luz cuando todo parece a oscuras. Nuestra vida no está hecha para el temor o la resignación, estamos hechos para la alegría, para que de nuestro corazón salga un continuo “Hágase”.
Sor Mihaela María, OP.
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