ZACARÍAS:
Los cómo humanos ante los comos de Dios
A la hora de comprender y orar con la Biblia, es muy importante captar que no se nos ofrecen consejos abstractos, como si fuera un libro de autoayuda, sino que, sobre todo nos presenta historias de personajes reales. Al decir reales, me refiero a que tienen límites, defectos, tropiezos, pecados incluso, pero también esperanzas, sueños, ilusiones. No son arquetipos, sino personas de carne y hueso. Y por eso, nos son útiles para nuestra propia vida: todos nos podemos sentir identificados con Adán, Pedro, David, Magdalena, María, etc., etc. De ese modo, nos ayudan en nuestras propias visiones y decisiones.
Hoy la liturgia nos presenta a un matrimonio ejemplar: Zacarías y su mujer Isabel: “los dos eran justos ante Dios y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes de Dios” (Lc 1, 6) ¡Buen elogio, sin duda! Pero no tenían hijos porque Isabel era estéril y eso era motivo de vergüenza y afrenta ante los demás (Lc 1, 25).
Pero, durante su servicio en el templo, Zacarías recibe una visión en la que se le dice que sus plegarias han sido escuchadas y su mujer le dará un hijo que, lleno del Espíritu Santo, preparará el camino del Señor para procurarle un pueblo bien dispuesto (Lc 1, 11-17).
¿Cuál es la reacción de Zacarías?: Una pregunta: “¿Cómo será esto, porque yo soy viejo y mi mujer es de edad avanzada?” (Lc, 1, 18). Pregunta lógica e inteligente, como la de María ante el anuncio del ángel “¿Cómo será esto, si no conozco varón?” (Lc 1, 34) En las dos hay una constatación de la desproporción entre la promesa de Dios y las posibilidades humanas. Pero en Zacarías hay un elemento más: la incredulidad. Quizás por su misma edad, ya no tiene tiempo para ilusiones y sueños. Confunde la experiencia de su vida con la potencia de Dios que puede hacer surgir lo nuevo. En María, la misma pregunta por el “¿cómo será eso?”, va acompañada de juvenil y animosa disponibilidad.
La Iglesia y los cristianos, aunque seamos buenas y cumplidoras personas, como Zacarías, a veces nos parecemos más a él que a María. Achicamos la acción de Dios a la medida de nuestros miedos y resignaciones. Matamos la confianza en Dios porque hemos matado la capacidad de tener esperanza, ilusión, ganas de salir de las zonas de confort y entrar en lo nuevo que nos abre Dios. Un buen ejemplo es nuestra actitud y compromiso en el camino sinodal. Esperamos que pase como una moda más y el año que viene tengamos otro eslogan o campaña eclesial para entretenernos.
Zacarias se quedó mudo porque no tenía ya nada que decir que fuera significativo para el pueblo que esperaba. No nos quedemos mudos ni personal, ni eclesialmente.
Fr. Francisco José Rodríguez Fassio, OP
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