Mt 28,16-20
Es la fiesta de la Ascensión , de aquellos jueves que “brillaban en el año más que el sol”. En lo más alto de una montaña Jesús envía a los suyos. La Pascua es un tiempo largo. Con frecuencia corremos el riesgo de buscar la comodidad, estancarnos. La fe que no se renueva con frecuencia se adormece, pierde su sabor, ahoga lentamente su luz. El Maestro no les indica dónde deben marchar, ni qué tareas concretas han de realizar. Sólo les pie un cambio. Abandonar la rutina que siempre amenaza y volver a los caminos en los que Él los conoció. Los envía para que hagan discípulos. Sencillamente contando a los demás lo que han visto y oído. Desde la sencillez de su vida. Con la profundidad de su fe y su alegría. Y los manda sin poder ni autoridad, sin respaldo alguno. No lo necesitan… No podemos permitirnos que nuestra fe se empobrezca. Necesitamos renovarla sacándola fuera, poniéndola en juego. En éste domingo, ¿a dónde te envía el Resucitado a vivir tu fe? ¿A quién y de qué manera puedes contagiársela?
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