Cuando los primeros cristianos quieren hablar de la grandeza de Jesús, de su gloria eterna, eco sin fin de la Pascua , echan mano a la ascensión de Elías (2Re 2), el más grande de los profetas, y hasta aquel momento el único que –según tradición- había subido corporalmente a los cielos. El lugar de Jesús es la gloria: la construye en este mundo en su vida, la prolonga tras su resurrección, y la promete a la humanidad como destino futuro, con Él. Al marchar regala gloria, incorpora a sus discípulos a ese nuevo ámbito de eternidad. Unos discípulos que, aún en ese momento (después de tres años de seguimiento físico, y cuarenta días de experiencia pascual) no han entendido nada. Siguen pendientes de sus categorías de poder y política… Pero no por ello son despreciados. Con ello son asociados a la tarea del Cristo que asciende...
De la grandeza de Dios habla Pablo a los de Éfeso. De su carácter incomprensible (¡cuánta sabiduría y revelación hacen falta!). De la riqueza que comparte con el ser humano: una “riqueza de gloria” entregada a la Iglesia. Y a los miembros siempre débiles que formamos parte de ella en su Historia. Y el evangelio garantiza con una promesa la amistad del Resucitado con los discípulos: “Estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”...
Ascender significa subir. Ocupar un lugar más alto. Los humanos tendemos siempre a esos ascensos: en lo laboral, en la política, en la imagen social. ¡Cuántos sacrificios por subir un peldaño! Mientras otros siguen hundidos en lo más bajo de su miseria… La ascensión de Jesús, un nuevo nombre de la Pascua , regala a todo lo humano la posibilidad de vivir en lo más alto. Gratis. Sin condiciones previas. Sin tener que agacharse. Para Dios estamos muy bien considerados siempre. Nuestro sitio definitivo, nuestra vocación es vivir siempre a su lado. Descubrirlo. Gozarlo. Y tirar por la borda tantas cosas que no valen la pena...
Ascensión del Señor (A)
Hechos de los Apóstoles 1,1-11
Salmo 46
Efesios 1, 17-23,
Mateo 28, 16-20
Homilía de dominicos.orgReflexión de J.A.Pagola, y aquí
Reflexión de Ser fraile
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