Viviendo en oración el Adviento desde Scala Coeli
Antífona
Ven, Señor,
tú que te sientas sobre querubines,
que brille tu rostro y nos salve.
Oración
Señor Dios, que para librar al hombre de la antigua esclavitud del pecado enviaste a tu Hijo a este mundo, concede a los que esperamos con devoción su venida alcanzar la gracia de la libertad verdadera.
Reflexión
¡Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos! Palabras del profeta Isaías que año tras año, en este tiempo del Adviento, nos interpelan para que no tengamos una actitud pasiva. Porque nuestra espera no es para que Jesús venga a cada uno de nosotros y nos llene de su amor. No sólo es conocerlo y llenarnos de Él; es también, imitarle y, porque lo queremos y sabemos que su conocimiento puede hacer mucho bien, darlo a conocer a quien aún no lo conoce.
Porque Jesús vino y sigue llegando a nosotros, que lo conocemos; pero también llega a quienes no lo conocen. Y esta es también nuestra labor: no solo preparar el camino, la venida de Jesús a nosotros, a nuestros corazones, sino también a la mente y corazones de todas las personas.
La luz de su nacimiento y de su presencia entre nosotros tiene que llenar todos los espacios habitados, incluso con más razón, los que aún están oscuros por desconocerlo.
Y esta acción, este llevar la luz de Cristo, anunciar la Buena Nueva de su existencia a los, nunca mejor dicho, confines de la tierra, fue la labor que llevó a cabo el santo que hoy celebramos: San Francisco Javier. La semilla de la Evangelización en tierras como India, Japón y otras del Lejano Oriente se debe a este joven profesor de filosofía que, tras conocer a Ignacio de Loyola, ingresó en la Compañía de Jesús y se ordenó sacerdote, haciendo realidad el significado del Adviento: preparar la llegada del Señor y llevar la luz del Evangelio a quienes aún no lo conocían; en su caso, a los que en su tiempo habitaban las tierras más lejanas del mundo.
¡¡ VEN, SEÑOR JESÚS !!
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