martes, 20 de diciembre de 2022

Adviento 2022: Cuarta Semana (20 de Diciembre)

 

Viviendo en oración el Adviento desde Scala Coeli


Antífona mayor de Adviento


Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel;

que abres y nadie puede cerrar;

cierras y nadie puede abrir: 

ven y libra a los cautivos

que viven en tinieblas y en sombra de muerte.


Oración

Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada aceptando, al anunciárselo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo; tú que la has transformado, por obra del Espíritu Santo, en templo de tu divinidad, concédenos, siguiendo su ejemplo, la gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón.

 

Reflexión


 Sor Pilar Aparicio, dominica contemplativa, reflexiona hoy con nosotros: Hemos comenzado esta cuarta semana de Adviento. Ya vamos camino para el encuentro de Jesús que nace para llenar nuestra vida de luz y esperanza en un mundo en el que hay tanta oscuridad, dolor, tristeza, desesperanza, vacío y muerte.

Vamos caminando en esta semana última de Adviento en la que abrir nuestro corazón a la más  bonita historia de amor protagonizada por María y José, en la que deberíamos vernos reflejados.

Una historia de amor para un mundo que necesita abrir su corazón y dejar nacer a Dios en él.

Una historia de amor que nos adentra en el misterio de la Vida.

Una historia de amor en la que María y José se fían, abren su corazón para que en él entre aquel que viene a nuestro mundo a llenarlo de Paz, de Amor y Alegría.

María sin dudarlo dijo si al ángel: Hágase en mí. Y José, por amor, acepta a María y al hijo que lleva en sus entrañas.

Es una historia de amor que quizá nos cuesta entender ya que María queda embarazada sin tener relaciones con José, y éste se fía de la voz del ángel que le pide que acoja a María y al niño en su corazón y en su vida.

Los dos se ponen en oración, en silencio y aceptan con alegría la voluntad del Padre.

Que nosotros sepamos abrirnos también a este misterio de amor de vida y de esperanza. Y sepamos comunicarlo a los demás.

Y Bendecir ese amor que se nos da cada día, ese Amor de Dios que entra en lo más profundo de nuestro corazón, que nos llena y nos da las fuerzas necesarias para seguir adelante. Un amor que nos hace Libres y capaces de morir y vivir cada día por Él. Y, desde ese Amor, bendecir a los pobres, a aquel que lo da todo sin pedir nada a cambio. Bendecir a aquellos que nos persiguen e insultan, a quienes nos odian, incluso, aunque pueda costarnos comprenderlo, bendecir a quienes nos matan. Porque Bendecir significa desear y querer incondicionalmente el bien para todos. Bendecir significa invocar la protección divina y, con ella, curar, sanar, cambiar el corazón. Dando nuestra bendición deseamos hacer llegar la Felicidad a todos para que Él entre en cada corazón y lo pueda llenar para siempre de Vida.

Dejaos Mirar por Dios y contemplad el Nacimiento de Jesús, que no es otra cosa que el nacimiento de la Vida. Bendecid y bendecid a Aquél que os lo DA TODO.

 

 

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