Viviendo en oración desde Scala Coeli la NATIVIDAD DEL SEÑOR
Antífona
Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado;
lleva a hombros el principado
y es su nombre: Mensajero del designio divino.
Oración
Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía restableciste su dignidad por Jesucristo, concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana.
Reflexión
“…Y habitó entre nosotros” (Jn 1,14)
Nos hemos estado preparando durante más de cuatro semanas para vivir este momento: la Navidad. A lo largo del Adviento hemos recordado a aquel Niño de Belén, que centra los tiempos de la Humanidad, y hemos pedido que su llegada definitiva no tarde más. Y en la vorágine de las celebraciones, los regalos, la preparación de encuentros familiares, las prisas y ritos especiales de nuestros trabajos… corremos el riesgo de olvidarnos de lo que nos ha traído hasta aquí.
Todo lo que hemos estado haciendo estos días es muy valioso, ¡cómo no! Pero empieza y acaba en nosotros, y se nos puede quedar en algo muy superficial y rutinario. En este día de Navidad nos toca dejarnos hacer, cambiar la mirada, quedarnos quietos, volvernos pasivos, y sencillamente contemplar. Contemplar para dejar que no sea lo que hacemos lo que nos cambie (cosa difícil, y lo sabemos por experiencia), sino el Amor de Dios el que se imponga frente a nosotros, como si fuera la primera vez que caemos en la cuenta de su grandeza. Contemplar, para entrenar esa otra dimensión de lo humano que nos resulta tan poco familiar: la de la acogida, el reconocimiento de nuestra fragilidad, la necesidad que tenemos de algo más… Hoy, y en estos días que vienen, somos invitados a adorar, a ver a Dios como nuevo, a percibir de otra manera la grandeza de su Misterio, a dejar que Él, a su manera, nos sorprenda. Porque el amor que no sorprende no se puede llamar amor…
“Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo…” (Jn 3,16) Ese mismo Hijo que se hizo semejante a nosotros, vecino y compañero de camino, a quien reconocemos pequeño, vulnerable, hablando un lenguaje que necesita que nos agachemos para comprenderlo. Todo un Dios nos habla hoy, y lo hace de la forma más sencilla y humana. Ojalá seamos capaces de parar el ritmo, contemplar, adorar y agacharnos un poco…
Feliz Navidad, hermanos.
Hay una esperanza que es remedio para tantos miedos y zozobras que nos cercan. ¡Jesús Niño es nuestra Esperanza!
Hay una luz capaz de ayudarnos a ver distinta la realidad que nos envuelve. ¡Jesús Niño es nuestra Luz!
Hay paz, una paz diferente que se acoge y se contagia, de adentro hacia afuera. ¡Jesús Niño es nuestra Paz!
Feliz Navidad.
Fr. Javier Garzón OP
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