“Había en él algo mucho más resplandeciente y
grandioso que los milagros. Era tan limpio en su conducta y estaba impulsado
por tal ímpetu de fervor divino que, sin ningún género de duda, quedaba patente
que era un vaso de honor y de gracia, un vaso adornado con todo género de
piedras preciosas.
Había en él una igualdad de ánimo
muy constante, a no ser que se conmoviera por la compasión y la misericordia. Y
como el corazón alegre alegra el semblante, el sereno equilibrio del hombre
interior aparecía hacia afuera en la manifestación de su bondad y la placidez
de su rostro.
Mantenía tal firmeza de ánimo en
las cosas que comprendía razonablemente que debían llevarse a cabo en
conformidad con la voluntad de Dios, que rara vez o nunca accedió a cambiar una
decisión, tomada tras madura deliberación. El testimonio de su buena
conciencia, como queda dicho, resplandecía siempre en la serena placidez de su
semblante, sin que palideciera la luz de su rostro. Por todo esto se atraía sin
dificultad el amor de todos. Apenas lo veían se introducía sin dificultad en su
corazón.
Dondequiera que se encontrara, en
camino con los compañeros, en alguna casa con el hospedero y demás familia,
entre los magnates, príncipes y prelados, afluían siempre a sus labios
conversaciones constructivas y abundaba en ejemplos con los que inclinaba el
ánimo de los oyentes al amor de Cristo y al desprecio del mundo. De palabra y
de obra se mostraba por todas partes como un hombre evangélico.
Durante el día, nadie más
comunicativo con los frailes o compañeros, nadie más agradable. En las horas
nocturnas nadie más perseverante en las vigilias y oraciones por todos los
modos. Por la noche se detenía en el llanto, y por la mañana le inundaba la
alegría. Entregaba el día a sus prójimos, la noche a Dios, convencido como
estaba de que el Señor ha enviado durante el día su misericordia, y de noche su
cántico. Lloraba muy abundantemente y con mucha frecuencia, y las lágrimas
fueron para él su pan de día y de noche. Por el día, sobre todo, cuando celebraba
con frecuencia o diariamente la Misa solemne. De noche, cuando velaba más que
nadie en infatigables vigilias.”
(Beato Jordán de Sajonia)
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PRECES por las Vocaciones Dominicanas:
Ayúdanos
a ser fieles a la vocación que profesamos
y
haz que con nuestro testimonio de vida invitemos a los jóvenes a acercarse a
Ti.
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