A comienzos de marzo de 1217 estaba Domingo de vuelta en
Tolosa, y tuvo una reunión con los frailes del convento de San Román y con
representantes de Prulla. Necesitaba comunicar cuanto había vivido y obtenido
en aquellos meses intensos de estancia junto al Papa.
Tras ello, y reunidos los frailes, les comunicó su propósito
de dispersar por las diversas partes del mundo a todos los frailes, aunque
fueran pocos, convencido como estaba de que “la semilla esparcida fructifica,
amontonada se pudre”.
El “envío por el mundo” tuvo lugar probablemente desde
Prulla, el 15 de agosto de dicho año. El grupo más importante, dividido en dos,
partió hacia París. Otro grupo partió hacia España, quedando el convento de San
Román confiado a los frailes tolosanos, y conservando Prulla otros religiosos.
Domingo permaneció unos meses en la región tolosana,
predicando y ofreciendo apoyo a sus hermanos y hermanas. Posteriormente se
trasladó a Roma y allí consiguió del Papa una bula de recomendación de la orden
para los prelados de la Iglesia católica. En este documento pontificio, tras un
preámbulo en que se daba por sentado que honrar a las personas religiosas
significaba ofrecer un obsequio muy grato a Dios, exhortaba y mandaba Honorio
III que tuvieran por encomendados a los frailes de la orden de Predicadores,
porque estaba convencido de su útil ministerio y género de vida grato al Señor.
Su recomendación y mandato se extendía, en concreto, a que los asistieran en
sus necesidades, porque ellos, siguiendo a Cristo con el título de pobreza,
proponían gratis y fielmente la Palabra de dios. No buscaban otra cosa que el
provecho de sus hermanos.
Santo Domingo, durante los años siguientes no se permitió
descanso en su tarea de predicador y animador de la orden, visitando y animando
a sus frailes en cada uno de los lugares donde se empezaron a establecer, en
algunos no sin dificultades.
Convocó el primer capítulo general para la fiesta de
Pentecostés de 1220, en la ciudad de Bolonia. La llamada se dirigió a los
conventos de Italia, España y Francia. En el convento de San Nicolás de las
Viñas se encontró a una floreciente comunidad a la que se habían sumado
representantes de los diferentes conventos: Tolosa, Prulla, Madrid, Segovia,
Lyon, Limoges, París, Bolonia, Brescia, Verona, Florencia y San Sixto de Roma.
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PRECES por las Vocaciones Dominicanas:
Sigue
llamando, Señor, a hombres y mujeres laicos a formar parte de la Familia
Dominicana,
para que, como el beato Jorge Frassati,
sean testimonio y palabra viva en medio de las realidades cotidianas de nuestro
mundo.
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