Santo
Domingo fue configurando su orden a medida que se entregaba a la misión. Lo que
tantas veces se ha denominado “Obra literaria de santo Domingo” está centrado
prácticamente por completo en la entrega fundacional. Poseía una sólida
formación teológica y en el derecho eclesiástico. Fue completando su formación
con la asidua lectura personal de la Biblia, de los Padres de la Iglesia,
especialmente san Agustín, san Gregorio Magno, san León Magno, san Isidoro de
Sevilla. También meditó las obras espirituales de Casiano.
Pero el
contacto directo, la experiencia vital con la gente de su tiempo y con los
problemas más acuciantes de la Iglesia, le exigieron una peculiar dedicación al
estudio para afrontar disputas o controversias con los cátaros y valdenses, en
defensa de la fe de la Iglesia y, naturalmente, para exponerla de manera
infatigable a lo fieles.
Es cierto
que no se conoce todo cuanto escribió. Ha habido biógrafos que le han atribuido
una serie de comentarios bíblicos, como resultado de sus enseñanzas o
predicación en Roma, Bolonia y París. Pero de todo esto no queda constancia
documental alguna. Fray Esteban de España, al referirse en el proceso de
canonización a la venta de sus libros, que realizó en Palencia para socorrer a
los pobres, decía que aquellos libros estaban glosados de su mano.
Por lo que
se refiere a sus disputas con los cátaros y valdenses, los primeros biógrafos
mencionaban tratados compuestos por él, y de dos actas o documentos de reconciliación
y testificación.
El hecho de
que, por iniciativa propia, o animado por Diego de Acebes se decidiera a
escribir en aquellas circunstancias, en que no es de creer que tuviera muchos
libros a mano, permite conjeturar que tenía práctica, cualidades y gusto por la
composición escrita, tan importante para una honda evangelización. Su escrito
de controversia abordaría temas centrales, como la encarnación del Verbo de
dios hacia la cual mira todo el Antiguo Testamento, aunque de ello no quisieran
ni oir mencionar los cátaros. Trataría igualmente de la divinidad de
Jesucristo, de los sacramentos, prácticamente negados por los herejes. Su
escrito fue sometido a la prueba de fuego y, aunque respetado por las llamas,
parece que no existía ya cuando escribió Jordán de Sajonia.
Es evidente
que a partir de 1217, la relación de Domingo con sus frailes no podía limitarse
a una visita o estancia en Italia, Francia o España. Sus palabras y enseñanzas
fueron recogidas ciertamente por los testigos de vista, pero también estos
manifiestan claramente la comunicación por escrito. Juan de España dijo en el
proceso de canonización que “fray Domingo aconsejaba y exhortaba con frecuencia
a los frailes de la orden, con su palabra y por medio de cartas para que
estudiaran constantemente en el Nuevo y Antiguo Testamento”. Cartas que no se
han conservado.
Tuvo su
parte en la redacción de la primitiva legislación de la orden: “Liber
Consuetudinun; Constitutiones monialium Sancti Syxti de Urbe”. En algunos casos
pudo intevenir en la elaboración y tramitación de algunas de las bulas
pontificias, motivadas normalmente por escritos de súplica, y quien sabe si
repasado por él el contenido preparado en primeras redacciones por los
oficiales de la cancillería papal. No puede olvidarse el aprecio y valoración
en la que le tuvo el cardenal Hugolino de Ostia y también el papa Honorio III.
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PRECES por las Vocaciones Dominicanas:
Tú Señor,
que reuniste en torno a Domingo de Guzmán hombres y mujeres apasionados por la
Predicación de la Verdad,
suscita hoy entre los jóvenes esa misma pasión que
les lleve a entregar su vida al anuncio de tu Palabra.
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