A partir
de 1206 el Obispo Diego de Acebes y Domingo predicaron por las diócesis de
Tolosa y Carcasona. Sembraban la semilla evangélica y disputaban con los
dirigentes de los cátaros. Recorrieron Pamiers, Lavaur, Montreal y Fanjeaux. En
estas y otras ciudades se organizaban controversias presididas por jueces
designados al efecto. En los días señalados acudían a ellas grandes señores,
caballeros, mujeres y poblaciones que querían estar presentes en las
discusiones acerca de la fe.
Por marzo y abril de 1207 ambos participaron en una disputa
en la plaza fuerte de Montreal, donde se reunió una multitud de católicos y
cátaros. En orden a la controversia se compusieron por ambas partes escritos de
defensa de la respectiva fe. Una vez examinados los opúsculos de los escritores
católicos fue preferido el que redactó Domingo, y así recibió una aprobación
general para presentarlo, junto con el opúsculo escrito en su defensa por los
herejes, al examen de tres árbitros elegidos con el consentimiento de las
partes para dar su sentencia. El escrito que fuera juzgado más convincente por
los árbitros, determinaría cuál de las dos creencias era más excelente.
Resultó laborioso el análisis de las exposiciones que
entregaron para el arbitraje, tanto, que no se llegó a un acuerdo. Fue entonces
cuando los árbitros decidieron recurrir a la “prueba del fuego”. El escrito que
resistiera el poder destructor de las llamas se consideraría como reflejo de la
verdadera fe. Los comisionados, en reunión cerrada, arrojaron a la hoguera
ambos opúsculos. El de los cátaros se quemó al momento. El de Domingo, por el
contrario, no solo permaneció ileso, sino que, a la vista de todos, saltó de
las llamas, yendo a parar a un lugar distante. Echado de nuevo una segunda y
tercera vez, otras tantas fue rechazado, despedido hacia lo alto, manifestando
así con claridad la verdad de la fe que contenía, y la santidad de quien había
escrito el opúsculo.
El 30 de diciembre de 1207 fallece el obispo Diego de Acebes,
en uno de los viajes que realizaba a su diócesis de Osma. Apenas llegada la
noticia de su muerte, el grupo que mantenía en la región de los cátaros para
predicar la verdadera fe se dispersó. Se quedó casi solo Domingo, el cual
continuó con carácter estable la predicación.
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PRECES por las Vocaciones Dominicanas:
Haz que
haya jóvenes dispuestos a darlo todo por Jesús y su proyecto del Reino,
y opten por dedicar sus vidas a alabar,
bendecir y predicar en esta tu familia.
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