Él les dijo:
«¡Paz a vosotros!
¿Por qué os alarmáis?
¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?
Mirad mis manos y mis pies:
soy yo en persona.
Palpadme y daos cuenta
de que un fantasma no tiene carne y huesos,
como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Una y mil veces nos deseas tu paz,
nos invitas a perder los miedos,
a descansar en ti y contigo,
a gozar de tu presencia en nuestra vida.
Seguimos reunidos, preocupados,
agobiándonos los unos a los otros,
razonando las prisas y las obligaciones,
la insatisfacción y la ansiedad.
Necesitamos que vengas de nuevo a nosotros,
a anunciarnos tu calma y tu sosiego,
a dejarnos despreocupar por ti,
a convencernos de tu presencia sanadora.
Creemos, confundidos, que la preocupación es buena,
que vivir corriendo, sin parar, nos aporta prestigio,
que nos quieres eficaces y dioses,
en vez de dejarnos serenar por tu Amor.
Tú aumentas mi capacidad de sorpresa,
Señor, me vuelves contemplativo,
me ayudas a gozar,
me invitas a vivir en actitud de acción de gracias
por las maravillas que nos regalas cada día.
- Cada vez que mires hoy el reloj,
recuerda que vives tu vida junto al Señor.
- Déjate serenar por el Señor,
planificando con él tu jornada.
- Haz una lista de obligaciones y “deberías”
para presentarlas en tu oración.
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