Jesús,
resucitado al amanecer
del primer día de la semana,
se apareció primero a María Magdalena,
de la que había echado siete demonios.
Después se apareció en figura de otro
a dos de ellos que iban caminando a una finca.
Por último,
se apareció Jesús a los Once,
cuando estaban a la mesa,
y les dijo:
«ld al mundo entero
y proclamad el Evangelio a toda la creación.»
Jesús, tú me enseñas a vivir como los tuyos,
anunciando tu presencia a mis hermanos,
no guardándome para mi lo que susurras al oído.
Quiero contárselo a los que están en duelo,
a los que –llenos de miedo- no pueden vivir,
a los que les invade la tristeza
y a los que no pueden con la vida.
He de decirles que contigo se vive mejor
y que al seguirte se cura la dureza del corazón
y se llena uno de deseos de ir a contar tu Reino
a todos los rincones de la tierra.
Nos mandas, a los tuyos,
a ir al mundo entero a contar que estamos salvados,
porque tú has muerto por nosotros
para que consigamos la vida plena.
Señor:
Tú conoces mis fragilidades y miedos,
tú me rescatas de la mediocridad
haciéndome grande,
llenándome de energía,
fortaleciendo y asegurando mi vida en ti.
- Recuerda y da gracias
por las personas que te han anunciado al Señor.
- Concreta tu misión de ir a proclamar el evangelio
a toda la creación.
- Ora tu incredulidad y dureza de corazón para con el Señor.
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