Tomás, uno de los Doce,
llamado el Mellizo,
no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos,
si no meto el dedo
en el agujero de los clavos
y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Tú conoces nuestro deseo de seguirte,
tanto como nuestras fragilidades,
pero tu Espíritu que habita en nosotros
puede volvernos osados y profetas.
Llévanos de tu mano hacia los hermanos;
que adivinemos lo que necesitan
para curarles con nuestra comprensión,
para ayudarles a perdonarse a sí mismos.
Haznos sabios compañeros de camino,
haznos amigos incondicionales para el otro,
haznos sanadores de escucha tolerante,
haznos hermanos que amen incondicionalmente.
Exhala sobre nosotros tu Espíritu
para curarnos de vanidades,
para limpiarnos de miedos y pudores,
para conseguir amar sin medida como Tú.
Si contamos a los demás las maravillas
que Dios va haciendo en nuestra vida,
generaremos deseos de seguirle e imitarle
y acercaremos la felicidad alrededor.
Ayúdanos, Señor, a hablar bien de tu amor.
- Recuerda en la oración a personas que te sanan,
te nutren y te ayudan a seguir a Jesús.
- Cae en la cuenta del poder sanador de la disculpa, el amor y la empatía.
- Proponte ser hoy, como Jesús, un regalo para los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comparte con nosotros...