sábado, 7 de abril de 2012

La bajada del Calvario

Por los caminos de la Amargura 
(piedras de sangre, polvo de llanto) 
por el sendero de los 
dolores largos, muy largos..., 
sin un gemido, sin un sollozo 
vuelve la Madre desde el Calvario. 
Toda silencio. Mortal silencio 
sella sus labios;
la frente inclina con el agobio 
de su quebranto, 
y en lo más hondo del alma-cielo 
lleva la imagen del Hijo amado. 
Y ella lo ha visto sufrir la befa 
del populacho...
y era la carne de sus entrañas 
la que en el leño miró sangrando... 
Y así le duelen en las entrañas 
los martillazos...
Y así agoniza... Que su Hijo ha muerto 
crucificado.

La Madre avanza por el camino 
(piedras de sangre, polvo de llanto), 
y temblorosa baja el sendero 
por Jesucristo santificado... 
Y entre las huellas busca la huella 
de aquellos pasos
que abrieron surcos de luz divina 
mientras el Mártir, agonizando 
se desplomaba bajo el madero 
y con la angustia del fin cercano, 
llora la Madre cuando desciende 
desde el Calvario...
Para su pena no existe olvido, 
tregua ni bálsamo...
Y si remembra la dulce infancia 
del Adorado, 
y si memora su hogar dichoso, 
y si recuerda los tiernos brazos 
que de su cuello fueron caricia... 
tiembla en congoja de fiero espanto. 
Porque su Niño, siendo inocente, 
sufrió el castigo de los malvados; 
porque está rota su santa vida; 
porque sus brazos 
ya no se mueven, ya no bendicen, 
y ya no siembran sin un descanso 
el pan sublime de las verdades 
que lo divino puso en lo humano. 
Sin un sollozo, sin un gemido, 
baja la Madre desde el Calvario... 
En lo más puro de sus entrañas, 
la cruz del Mártir se le ha clavado; 
y en lo más hondo de sus pupilas 
y en su recuerdo lleva sangrado 
la cruz del Hijo, 
del Bienamado, 
que de la vida pasó a la muerte 
con la sonrisa siempre en los labios. 
Y cuando baja la Dolorosa 
(mustia azucena, lirio tronchado), 
cuando vacila por el sendero 
largo, muy largo..., 
pobres mujeres la compadecen, 
santas mujeres siguen sus pasos, 
y alguien murmura:
-Ved a la Madre
del suplicado; 
esa es la Madre del Nazareno, 
que hoy ha sufrido muerte y escarnio. 
Siempre en silencio llora la Madre, 
y hay en su llanto 
misericordia por los que sufren, 
por los que viven siempre llorando, 
por cuantas madres haya en el mundo 
que a un hijo miren sacrificado 
sobre la cumbre de su Calvario... 
¡Y por la Madre del Nazareno 
qué pocas madres derraman llanto!

···········
Sin un sollozo, sin un gemido, 
mustia la frente, mudos los labios, 
como una imagen de eterna angustia 
vuelve la Madre desde el Calvario.

(Marcos Rafael Blanco Belmonte,
1871-1936)

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