De la vida dada y de la vida realizada.
De la gloria de Dios y de nuestra dignidad perdida.
Es tiempo de presencias y encuentros,
de paz, comidas y abrazos,
de corazones encendidos y trajes blancos,
de envío a rincones lejanos...
Es el tiempo de la experiencia,
del paso del Señor por todas las tierras
por todos los rincones,
por todas las personas.
Tiempo de flores, sueños y utopías,
de gritos, cantos y aleluyas.
Tiempo de baños e inmersiones,
de confesiones sinceras y comuniones
para ser personas nuevas.
¡Tiempo divino para el ser humano en camino!
Es tiempo de primavera florecida,
de liberación, profunda y definitiva,
de cadenas, amuletos y miedos,
de señores antiguos y nuevos,
para sentir y vivir la vida.
F. Ulibarri
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