Oh, Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
La situación del hombre es dramática y la situación del mundo es desesperada. Confiamos a veces en nuestros propios medios, en nuestra ciencia o en nuestros poderosos medios técnicos, pero nuestros progresos son ridículos.
Volvemos la mirada a nuestros grandes hombres y a las importantes organizaciones internacionales, pero pronto nos desilusionan. Los problemas son tan complejos y los intereses creados son tantos, que no se llega nunca a las soluciones radicales.
Por eso, necesitamos que venga un Dios a nosotros y que se quede con nosotros. Un Dios que se ponga a nuestro alcance, que recorra nuestros caminos y conduzca nuestros pasos. Un Dios que sienta como nosotros, que conozca nuestras debilidades y nos transmita la fuerza para superarlas. Un Dios que se haga cercano y amigo, dispuesto a cargar con nuestros fardos y capacitado para curar nuestras heridas. Un Dios que nos enseñe palabras de vida, que hable al corazón, Legislador que meta su ley en el pecho, promotor de la nueva cultura, la civilización del amor, el reino de la verdad.
Ese será nuestro Enmanuel, nuestro Dios-con-nosotros.
Pues, deja el trono de tu gloria y ven.
Rasga definitivamente el cielo y ven.
Salva la distancia que nos separa y ven.
Revístete de nuestra carne y ven.
Ven, oh Rey nuestro,
Señor y Dios nuestro,
Vida y Salvación nuestra.
Enmanuel nuestro, ven.
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