Un niño nos ha nacido para que imitemos su pureza y su humildad; para que nos conmovamos por su amabilidad, para que tengamos confianza en su mansedumbre.
1º) Nos ha nacido este niño en el sacramento de la pureza. Por lo cual dice San Mateo (1, 21): Porque él salvará a su pueblo. Y San Bernardo: "He aquí a Cristo, que realiza la purificación de los delitos, he aquí que viene a purificar nuestra miseria." Y San Agustín: "¡Oh infancia bienaventurada, por la cual fue reparada la vida de nuestra especie! ¡Oh lloriqueos gratísimos y deleitables, por los cuales escapamos al crujir de los dientes y a los llantos eternos! ¡Oh felices pañales, por los cuales han sido limpiadas las sordideces de nuestros pecados!"
2º) Nos ha nacido para ejemplo de humildad. Por eso dice San Bernardo: "Pongamos empeño en hacernos como este niño; aprendamos de él, que es manso y humilde de corazón, pues no sin motivo Dios, que es tan grande, se ha hecho niño pequeñito. Por lo cual es impudencia intolerable que, habiéndose anonadado la majestad, se hincha y se engría el gusanillo."
3º) Nos ha nacido para acrecentamiento de la caridad: Fuego viene a poner en la tierra (Lc 12, 49). Y añade San Bernardo: "El Señor grande y digno de toda alabanza se ha hecho niño y amable. Un niño, dice, ha nacido. Porque él es todo amable para nosotros; él es padre, hermano, señor, servidor, recompensa y ejemplo." Y en otro lugar: "Cuanto menor se hizo en la humanidad, tanto mayor se mostró en la bondad. Cuanto mayor bondad nos ofreció, tanto más enciende nuestro amor."
4º) Ha nacido para consuelo de nuestra esperanza y seguridad. Por eso dice el Apóstol: Lleguemos confiadamente al trono de la gracia, esto es, a Cristo, en el cual reina la gracia, a fin de alcanzar misericordia, es decir, perdón de los pecados precedentes, y de hallar gracia para ser socorridos a tiempo conveniente (Hebr 4, 16). Y San Agustín exclama: "Oh día dulcísimo del nacimiento de Cristo, en el cual los mismos infieles se mueven a compunción, y el pecador se siente conmovido por la misericordia, el arrepentido espera el perdón, el cautivo no desespera de la libertad, y el herido espera el remedio. En este día nace el Cordero que quita los pecados del mundo; en su nacimiento se goza más dulcemente el que tiene la conciencia tranquila, y teme más profundamente el que la tiene mala; el que es bueno pide más amorosamente; el pecador suplica devotísimamente; dulce día y verdaderamente dulce para los penitentes, día que trae consigo el perdón. Os prometo, hijitos, y estoy seguro de que, si alguno se arrepintiere de corazón en este día, y no volviere otra vez al vómito del pecado, se le dará todo lo que pidiere."
(De Humanitate Christi)
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