Existen unos preparativos previos al momento de la siembra. El objetivo final es obtener una buena cosecha; sin embargo son muchas las cosas que permiten que sea así y otros muchos factores los que podrían impedirlo. Se trata de escoger la tierra y el momento oportuno; y regarla, ararla,... en definitiva, preparar el terreno para que esté lo más limpio, abonado, asentado y mullido posible.
Imagina que escoges una buena semilla, que la esparces en cantidad justa por los surcos separados una distancia determinada, y que queda depositada a unos centímetros de la superficie -como sabes que es lo más adecuado- de forma que la tierra que la cubre la proteja del frío y que la facilite los nutrientes, el agua, el aire... En este momento desaparece para mí la semilla, sé que está ahí pero no sé cómo ni cuándo aparecerá de nuevo. Mi ilusión se mantiene viva a pesar de que el tiempo no la favorezca o de que amenace alguna que otra plaga...
Mi espíritu alegre permanece día tras día, mi atención está puesta en el trigo que será alimento, mi pensamiento en que no le falte nada y cada día me levanto con la emoción de correr hacia el sembrado a ver si comenzaron a salir las primeras espigas.
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