1º) Encontramos en él suma pureza, porque es candor de la luz eterna y espejo sin mancilla (Sab 7, 26). Esa pureza se manifiesta en la concepción y en el parto virginal. Pues la incorrupción no pudo engendrar a la corrupción. Por lo cual dice Alcuino: "El creador de los hombres, para hacerse hombre y nacer del hombre, debió elegir una madre tal que supiera convenirle y serle agradable. Quiso, pues, que fuese virgen, para nacer sin mancha de una madre inmaculada y purificar la mancha de todos."
2º) Encontramos también en este niño suma humildad: Se anonadó a sí mismo (Filp 2, 7). Esta humildad, como dice San Bernardo, aparece en el establo, en los pañales que le envuelven y en el pesebre donde descansa.
3º) Hallamos en el niño la soberana amabilidad, porque es más hermoso que los hijos de los hombres, y aun que las milicias angélicas. Esta amabilidad es resultado de la unión de la divinidad con la humanidad. Por lo cual dice San Bernardo: "Es un espectáculo lleno de suavidad contemplar al hombre creador del hombre."
4º) Finalmente vemos en este niño la suprema mansedumbre, porque: es benigno y clemente, paciente y de mucha misericordia, y que se deja doblar sobre el mal (Joel 2, 13). Y San Bernardo dice: "Cristo es niño, y puede ser aplacado suavemente. ¿Quién ignora que el niño perdona fácilmente? Y si no tenernos pecado grave, podemos ser reconciliados con poco. He dicho con poco, pero no sin penitencia." Y así como se manifestó su bondad sobre toda esperanza, así podernos esperar también, más de lo que pensamos, parecida benevolencia de Juicio.
(De Humanitate Christi)
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