miércoles, 24 de diciembre de 2025

Adviento 2025: Hacia la Luz de la Esperanza, en comunidad. (y 26). NOCHEBUENA

 


Luz


    El fin del Adviento marca un momento de profunda alegría y recogimiento en la vida cristiana. Nos sitúa ante un momento clave de fe y reflexión, especialmente en los tiempos actuales que vivimos. Tras semanas de espera, de silencio interior y preparación del corazón, la venida de Jesús se presenta como esperanza viva y luz verdadera en medio de un mundo marcado por la incertidumbre, los conflictos, la soledad y el cansancio interior.

    El Adviento no ha sido, no es solo una cuenta regresiva hacia la Navidad, sino un camino espiritual que nos ha venido invitando a renovar la esperanza y a abrirnos al amor de Dios. Nos ha enseñado a detenernos, a mirar hacia dentro y a levantar la mirada con confianza.

    En estos días, hemos tenido y aún tenemos oportunidad de descubrir todas la cartas y mensajes de amor, de amor infinito, que continuamente Dios nos está dejando en los rincones que menos nos esperamos. Descubrir esos mensajes para descubrir que nos ama, que nos apoya; para descubrir esa presencia incondicional a mi lado, a nuestro lado, y poder así tener el corazón en paz. Porque ese niño nace cuando el mundo está en paz, cuando todo está en paz, cuando todo está como tiene que estar, es decir, cuando soy capaz, de verdad, de tomar conciencia de que Dios está en mí, de que Dios vive en mí, me cuida, me mima y nunca, nunca, me va a dejar. Hemos de ser capaces de hacerlo, y mucho mejor si lo hacemos todos juntos, en familia, en comunidad.

   Jesús llega como luz de esperanza que no deslumbra, sino que acompaña; una luz que no juzga, sino que sana. En los momentos actuales, donde muchas personas experimentan miedo por el futuro, dificultades económicas, guerras, divisiones y pérdida de sentido, la venida de Cristo nos recuerda que Dios no abandona a la humanidad, sino que entra en nuestra historia con humildad, naciendo en un pesebre, cercano a los pobres y a los sencillos. No llega con poder ni imposición, sino con humildad, cercano a quienes sufren, ofreciendo consuelo y esperanza. En Él, la oscuridad no tiene la última palabra, porque su luz transforma los corazones y renueva la vida.

   Preparar el camino al Señor significa dejar espacio para el perdón, la reconciliación y la solidaridad con quienes más lo necesitan. La esperanza cristiana no es pasiva, sino, más bien, muy activa: nos impulsa a vivir con fe, a confiar incluso en medio de las dificultades y a ser reflejo de la luz de Cristo para los demás.

   Al finalizar el Adviento, se nos invita a reconocer a Jesús en lo cotidiano: en la solidaridad, en el servicio, en la escucha atenta y en el compromiso por un mundo más justo. Su luz nos llama a no quedarnos indiferentes, sino a ser portadores de esperanza allí donde reina la oscuridad. Preparar su venida hoy significa abrir el corazón, reconciliarnos, sanar heridas y volver a confiar. La esperanza cristiana no ignora la realidad, sino que la transforma desde el amor.

    Jesús viene para recordarnos que incluso en los tiempos más difíciles, Dios camina con nosotros.

    Que el final de este Adviento nos ayude a acoger a Cristo con fe renovada y a vivir como reflejo de su luz en los momentos actuales que claman por esperanza.


Oración

Señor Jesús,
al llegar al final del Adviento nos acercamos a Ti con un corazón dispuesto y lleno de esperanza.

Durante este tiempo de espera nos has enseñado a confiar, a vigilar y a preparar el camino para tu venida.

Hoy te acogemos como luz verdadera que ilumina nuestras sombras y da sentido a nuestra vida.

En medio de las preocupaciones, del cansancio y de las dificultades del mundo actual, ven a nacer en nuestro interior.

Renueva nuestra fe, fortalece nuestra esperanza y enséñanos a amar con sencillez y humildad.

Que tu luz disipe el miedo, sane nuestras heridas y nos guíe por caminos de paz.

Haznos testigos de tu presencia, portadores de esperanza para quienes viven en tristeza o soledad.

Que al celebrar tu llegada sepamos reconocer tu rostro en los demás.

Amén.

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