sábado, 13 de diciembre de 2025

Adviento 2025: Hacia la Luz de la Esperanza, en comunidad. (15)

 


Gratuidad

    El Adviento es un tiempo de espera que toca lo más profundo del corazón humano. No se trata solo de contar los días que faltan para la Navidad o de preparar adornos y celebraciones, sino de disponer el alma para un encuentro que transforma la vida. En este tiempo resuena con fuerza la figura de Juan el Bautista, un hombre que encarna como pocos el sentido auténtico del Adviento: preparar el camino del Señor, señalar su presencia y, cuando llega el momento, hacerse a un lado para que Él crezca.

    Juan el Bautista aparece como una voz valiente en medio del desierto. No grita para llamar la atención sobre sí mismo, sino para dirigir la mirada hacia Otro. Su misión no consiste en ocupar el centro, sino en despejarlo.

    Hacerse a un lado es un acto de humildad, pero también de libertad y de amor. Significa reconocer que no somos el centro del mundo ni de la historia, y que hay Alguien más grande que viene a traer la luz verdadera.

    En una sociedad que constantemente invita a destacar, a acumular reconocimiento, a hablar más alto que los demás y a imponer la propia voluntad, la actitud de Juan resulta contracultural. Él no busca aplausos, no persigue fama, no se aferra a su influencia. Sabe que su misión es preparatoria, que su palabra es transitoria y que su papel es desaparecer cuando la Luz verdadera se manifieste. Este gesto de hacerse a un lado revela una profunda gratuidad interior. Juan sirve sin esperar recompensa, da su vida sin buscar beneficios personales. Todo en él es entrega, disponibilidad y verdad.

    Cuando Juan invita al pueblo a la conversión, lo hace no para obtener algo a cambio, sino para preparar los corazones a recibir ese don inmenso que es Cristo. Su vida es un reflejo de la gratuidad de Dios: entrega sin condiciones, servicio sin cálculo, misión sin deseo de recompensa.

    El Adviento, iluminado por la figura de Juan el Bautista, se convierte así en un tiempo de purificación interior. Preparar el camino del Señor significa desocupar el trono del propio ego para que Dios pueda ocuparlo. Significa renunciar a la soberbia, a la búsqueda constante de reconocimiento, al deseo de tener siempre la razón. Hacerse a un lado no es desaparecer sin valor, sino reconocer el verdadero lugar en el plan de Dios. Es comprender que nuestra grandeza está precisamente en servir, en amar, en colaborar humildemente en una obra que nos trasciende.

    Esta actitud abre la puerta a la esperanza. La esperanza nace cuando dejamos de apoyarnos únicamente en nuestras propias fuerzas y comenzamos a confiar en la acción de Dios. Juan sabe que él no es el Salvador. Y, justamente por eso, espera con alegría la llegada de quien sí lo es. Su esperanza no está en sí mismo, sino en Cristo. Vive con la certeza de que viene uno más fuerte, más grande, más lleno del Espíritu, y esa certeza lo llen  a de sentido.

    En el mundo actual, muchas personas viven cargadas de angustia porque creen que todo depende de ellas: su éxito, su futuro, su felicidad, la solución de los problemas del mundo. Esta carga resulta demasiado pesada. La figura de Juan el Bautista nos recuerda que no estamos llamados a salvar al mundo, sino a preparar el corazón para que Dios lo salve. Y eso es profundamente liberador. Nos quita un peso de encima y nos abre a una esperanza más grande que nosotros mismos.

    Juan el Bautista también nos muestra que hacerse a un lado no significa volverse pasivo o indiferente. Él es activo, valiente, comprometido. Denuncia la injusticia, llama a la conversión, promueve un cambio real de vida. Pero lo hace siempre desde la conciencia de que él es solo un instrumento. Su protagonismo es paradójico: brilla en la medida en que señala a Otro.

    Esa es la verdadera gratuidad: actuar con toda el alma, pero sin apropiarse de los frutos; trabajar con pasión, pero sin adueñarse del resultado; amar con intensidad, pero sin buscar reconocimiento. Este tipo de gratuidad es fuente de verdadera esperanza, porque libera de la frustración y permite confiar en que Dios actúa más allá de lo que se ve.

    Durante el Adviento, estamos llamados a vivir gestos concretos que expresen esta actitud de Juan: ofrecer ayuda sin esperar nada, escuchar a alguien sin querer cambiarlo, perdonar sin pedir explicaciones, dar tiempo sin mirar el reloj, amar sin condiciones. Cada uno de estos gestos es una manera de “hacerse a un lado” para que Dios se manifieste en el amor compartido.

    En este Adviento, la figura de Juan el Bautista nos invita a un ejercicio profundo de humildad y de esperanza. Nos llama a revisar nuestras motivaciones, nuestros deseos de protagonismo, nuestras búsquedas egoístas de reconocimiento. Y nos propone un camino distinto: el camino de la gratuidad, del servicio silencioso, de la espera confiada.


Oración

Señor Dios,

en este tiempo de Adviento quiero aprender
a preparar tu camino como lo hizo Juan el Bautista:
con un corazón humilde, libre y disponible.

Enséñame a hacerme a un lado
para que Tú seas el centro de mi vida.
Arranca de mí el deseo de protagonismo,
la necesidad de aplauso y de recompensa,
y lléname de la alegría sencilla
de servir por amor, sin esperar nada a cambio.

Como Juan en el desierto,
quiero ser voz que anuncia tu luz,
sin buscar mi propia gloria,
sin adueñarme de tus obras,
sin importar que no me vean,
si Tú estás presente.

Que cada gesto de mi vida
prepare tu llegada al mundo.
Que cada acto sencillo
sea un espacio abierto a tu gracia.

Amén.

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