Compasión
En el relato de este día, los dos ciegos representan a la humanidad que, consciente de su oscuridad espiritual y limitaciones, busca la luz de Cristo. Su acción es seguir a Jesús y su clamor persistente: "Ten compasión de nosotros, hijo de David". Ellos, privados de la vista, son capaces de reconocer lo que muchos no ven: que Jesús es el Mesías esperado. No observan sus milagros ni contemplan su rostro, pero perciben su presencia y confían en su poder sanador. Su grito brota de la necesidad, pero también de la fe.
La respuesta de Jesús es una llamada a la confianza personal. Al preguntarles: "¿Creen que puedo hacerlo?", Jesús les invita a un encuentro íntimo. Sus ojos se abren "conforme a su fe", demostrando que la fe es la llave que abre la puerta a la gracia de Dios.
Para el Adviento, este pasaje es una invitación a despertar nuestra fe y a gritar con esperanza en medio de un mundo a menudo ciego al amor de Dios. Nos enseña que la salvación no es para los autosuficientes, sino para aquellos que reconocen su necesidad de misericordia y se acercan a Jesús con humildad y perseverancia. La ceguera, en este contexto, simboliza también las cegueras modernas: el materialismo, el orgullo o la distracción, que nos impiden ver los verdaderos valores del Reino.
Adviento nos invita justamente a eso: a reconocer al Señor que pasa, incluso cuando nuestras propias cegueras —miedos, dudas, rutinas, cansancio— nos impiden verlo con claridad. Nos urge a pedir a Jesús que toque nuestros ojos y nos libere de estas ataduras, permitiéndonos ver su presencia salvadora.
Aunque Jesús les pide silencio, ellos, llenos de gratitud, no pueden callar su experiencia. Su testimonio nos recuerda que un encuentro genuino con Cristo transforma y nos impulsa a compartir la buena noticia.
Oración
Señor Jesús, ten compasión de nosotros:
sana nuestras sombras,
despierta nuestra esperanza,
abre nuestros ojos para descubrir tu paso silencioso
en los pequeños gestos de amor de cada día.
Que este Adviento sea un tiempo de fe humilde y sincera,
donde aprendamos a clamar, a esperar y a creer.
Y cuando llegues a nosotros,
encuéntranos vigilantes, agradecidos y dispuestos a caminar contigo
con una mirada nueva.
Amén

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