Promesa
La promesa es el núcleo de las primeras lecturas del Adviento: Dios cumple lo que anuncia. No se trata de una promesa abstracta, sino de una palabra fiel que se hace carne en Jesús. La promesa divina no es un evento pasado, sino una realidad viva que nace y renace en la vida de los creyentes. El mensaje es claro: preparar el corazón para acoger a Jesús implica vivir de manera más consciente y generosa.
En Adviento, contemplar la promesa nos invita a mirar la realidad desde la confianza y no desde el fatalismo. Todo creyente vive sostenido por una promesa: que Dios está con nosotros, que nos conduce, que transforma el dolor en camino y la oscuridad en amanecer.
La promesa impulsa la acción: no esperamos pasivamente, sino colaborando con la llegada del Reino. La promesa también educa el corazón en la paciencia; no todo se cumple de inmediato. Dios nunca falla, su fidelidad hacia nosotros es segura, cumple siempre su promesa de amor, pero no de la manera que los hombres creemos, la cumple de la manera más inesperada. En un mundo de incertidumbres, vivir de la promesa es un acto profundo de esperanza que nos sostiene y nos envía.
Oración
Padre, tu promesa de salvación
es nuestra mayor esperanza.
Ayúdanos a vivir con justicia y derecho,
sabiendo que cumplirás tu palabra
y harás nacer un vástago santo
para nuestra redención.
Amén.
