sábado, 30 de junio de 2012

Con Dios o de Dios


Por todo esto se atraía con facilidad el amor de todos; apenas le veían, se introducía sin dificultad en su corazón. Dondequiera que se encontrara, de viaje con los compañeros, en alguna casa con el hospedero y demás familia, entre la gente noble, príncipes y prelados, le venían en abundancia palabras edificantes y multiplicaba los ejemplos con los que orientaba el ánimo de los oyentes al amor de Cristo y al desprecio del mundo.


En su hablar y actuar se mostraba siempre como un hombre evangélico. Durante el día nadie más afable con los frailes o compañeros de viaje; nadie más alegre. Durante la noche, nadie más perseverante en velar en oración. Por la noche se detenía en el llanto, y por la mañana le inundaba la alegría. Consagraba el día a su prójimo, y la noche al Señor, convencido como estaba de que el Señor ha enviado durante el día su misericordia, y de noche su cántico.

Daba cabida a todos los hombres en su abismo de caridad; como amaba a todos, de todos era amado. Hacía suyo el lema de alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran.

(fr. Jordán de Sajonia, OP, sobre santo Domingo de Guzmán)


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