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¿LA PASCUA DE SIEMPRE O LA PASCUA DE JESÚS?
“Mientras las mujeres corrían llenas de miedo a anunciar el mensaje a los discípulos, Jesús mismo les salió al encuentro y les dijo: ¡Estad alegres! Ellas se acercaron, le besaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo: No tengáis miedo, id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán”. (Mt 28, 8-10)
Estrenamos tiempo pascual. Lo estrenamos, sí; aunque parezca que es el mismo traje que sacamos cada año del armario durante 50 días y nos hace rejuvenecer un poco… Cada Pascua es nueva, porque las circunstancias que vivimos son diferentes, y porque nosotros (hemos de reconocerlo) no somos los mismos. Y sobre todo, porque es nuevo Jesús Resucitado, y nos pide acercarnos de una forma diferente a Él para crecer y empaparnos de Vida, de la Vida Nueva que Él nos trae.
Las mujeres, tras ver el sepulcro vacío, corrieron a buscar a los discípulos. No era normal lo que había sucedido, pero que el cuerpo de Jesús hubiese desaparecido tenía posibles causas, que ellas iban conjugando en el camino. Manejaban el lenguaje de siempre, las posibilidades de siempre, para regresar a lo de antes en definitiva: volver a cerrar la tumba como si no hubiese pasado nada. Reconozcamos que nos gusta lo de siempre, lo que no se sale del guion y podemos controlar, aunque sea duro. Incluso en esta pandemia aspiramos solo a que las cosas sean como eran, como las podíamos controlar antes, con aquella “sana normalidad”…
Es en el camino donde el Resucitado se deja ver. No es en Jerusalén, en el templo o en las sinagogas, ni tan siquiera en la oración. En el camino la vida está en juego, en tránsito. ¡Es el espacio de lo provisional el sitio que acoge los mejores encuentros! En medio de las carreras, de las idas y venidas, de las luchas de la gente… Y su mensaje, a las mujeres y a nosotros mismos, tiene tres invitaciones:
1. “Estad alegres”. ¿No será ese el sello más auténtico de los cristianos? ¿No nos está faltando una alegría profunda y auténtica, que brote de lo hondo y que nos convenza? ¿No tendremos auténticas razones para ser felices del todo y contagiar, sin necesidad de hacer nada, esa felicidad? No hay Pascua sin alegría…
2. “No tengáis miedo”… En este tiempo de fragilidad, en el que nos hemos sentido más vulnerables que nunca, y hemos experimentado tantas pérdidas; cuando no tenemos imaginación para vislumbrar el futuro, y todo lo que conocíamos parece ir acabándose… Uno pierde el miedo cuando sabe que no está solo, que alguien va delante y le da la mano con fuerza… No hay Pascua con miedo: ¡es el tiempo de la confianza!
3. “Id a Galilea”, al lugar donde todo empezó, allí donde prendió la chispa de la fe sin darnos cuenta. Es en el espacio de la vida diaria con todas sus rutinas donde se nos llama a estar y a reconocer. Porque la vida diaria está habitada por la presencia silenciosa del Resucitado que empuja a vivir mejor, y solo pide que miremos diferente hasta encontrarlo del todo. No hay Pascua más allá de la vida cotidiana y ordinaria.
Es Pascua, no la de siempre sino la del Resucitado, que viene deseoso de contagiarnos vida y novedad, y que nos pide solamente estar abiertos a su presencia. ¡Feliz Pascua y Feliz Vida!
Fr. Fco. Javier Garzón, OP
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