Con la mirada en el cielo y unidos de corazón a nuestros bienaventurados hermanos y hermanas, supliquemos al Señor diciendo:
Seamos santos porque Tú, Señor, eres santo
Queremos escuchar atentamente tus palabras como la bienaventurada Virgen María, Madre de tu Hijo, a cuya protección encomendaste la Orden de Predicadores: danos, Señor, un corazón humilde y atento.
Queremos anunciar el Evangelio del Reino como el bienaventurado Domingo, nuestro Padre, a quien encomendaste el ministerio de la Palabra: haz, pues, que nuestra vida sea conforme a tu Palabra.
Queremos darte testimonio como nuestros mártires, que te ofrecieron sus cuerpos como una víctima viva: concédenos levar con fortaleza la cruz de cada día.
Esperamos ser admitidos al banquete eterno como nuestros hermanos y hermanas, que después de una vida fructífera entraron en tu morada: haz que no se frustre nuestra esperanza.
A todos los miembros de nuestra Familia Dominicana y a los bienhechores difuntos: concédeles permanecer contigo eternamente.
(Preces del Oficio de Vísperas)
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