En cualquier cosa buena que pensares en la oración, o fuera de ella, ten cuidado de irte luego con ella a Dios, como hace el niño, que con todas las cosas que encuentra se va luego a su madre; y allí la platica con él, y conforme a lo que hallases en ella, así puedes levantar tu corazón a amar, o adorar, o reverenciar, o alabar a Dios por ella; y de allí tomar ocasión para humillarte delante de él y pedirle su gracia.
Fr. Luis de Granada, Libro de oración y meditación.
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