jueves, 11 de marzo de 2010

Regresar a casa (14 de marzo)

Cuando Israel acampó en Guilgal y tomó posesión de la tierra prometida, Canaán, celebró la Pascua. Regresaba a la tierra de Abraham, de la que hubieron de salir por puro hambre, para sobrevivir. Volvieron, pero no eran los mismos. El dolor, las lágrimas, el camino por el desierto les había curtido el alma; y les había hecho conquistar la fe. Se fueron hambrientos y en el camino de regreso encontraron a Dios, la Ley, la identidad como pueblo peregrino elegido. Pablo exhorta a los de Corinto a volver, a regresar al corazón del Evangelio, que es la reconciliación. No el vivir separados, individualistas, jueces o aislados. Tampoco en conflicto o en división. Reconciliarse es volver con los hermanos, para verlos mejores y encontrar a Dios por el camino. Ese fue el ministerio del Apóstol, y debe ser bandera de la Iglesia: unir, facilitar los caminos de regreso a Dios y a los hermanos.

El hijo rebelde también regresó a casa. Y en su camino, tras dar muchas y duras vueltas, encontró a su padre. Entre recuerdos, lágrimas y deseos egoístas de comer dignamente. Pero lo encontró. El hijo fiel nunca se enteró que tenía padre, sino patrón o empresario.

Son muchos los que se van de casa. Tal vez nosotros de vez en cuando cargamos con la parte de la herencia y marchamos enfadados o heridos. Dios espera en el camino. El padre se fiaba de su hijo; el hijo, juez inmisericorde, lo contaba como perdido. El padre lo recuperó; el hermano, de nuevo, nunca lo tuvo.

Así es Dios. Y no hay mejor definición en más de veinte siglos de Historia. El que deja marchar, el que espera y confía, el que abraza, el que no juzga ni recrimina, el que no guarda rencor, el que se alegra de la vida de los malos. Y así es el hijo: el que aprende la lección perdido, por sí solo, a base de lágrimas y privaciones. Los hijos malos juzgan y etiquetan, tienen la ley en la mano y el ceño fruncido, son incapaces de alegrarse con la alegría ilegal. ¿Dónde estamos nosotros?

Cuarto Domingo de Cuaresma (C)
Josué 5, 9a. 10-12
Sal 33
1 Corintios 5, 17-21
Lucas 15, 1-3. 11-32

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