La cuaresma se termina y nos toca revisar qué huella nos ha dejado, si apuntan en nosotros signos de conversión. También si la hemos vivido como protagonistas o espectadores (una buena manera de revisarse también de cara a la pasión). Porque a veces nos pasa que miramos demasiado la conversión ajena y no vemos la nuestra. Y la fe es una experiencia ante todo personal y única.
¿Creemos que es posible que nazca algo nuevo? En estas semanas de rutinas a tantos niveles: las que nos presentan los medios de comunicación (lo de siempre), la de la política, las de la Iglesia, las de nuestra propia mediocridad (lo de siempre)… ¿Será que nos hemos habituado a que todo sea igual? ¿No diremos como el escéptico aquello de “no hay nada nuevo bajo el sol”? La Palabra de Dios tiene fuerza para cumplirse, por encima de las desolaciones más extremas… Como la primavera recién estrenada echa sus brotes tras el duro invierno… Misteriosamente, por encima de toda desesperanza…
¿Creemos que es posible considerar basura todo lo que nos rodea comparándolo con el conocimiento de Dios? En estos tiempos en que todo se vende como necesario, en que la “crisis” nos lleva a desear lo que no tenemos, y valorar como absoluto lo que es relativo… ¿Es Dios el principal motor, el principal valor, el principal anhelo de nuestra vida? Nunca lo será por completo, es cierto… pero ojalá vaya siéndolo en pequeñas opciones, en pequeños detalles….
¿Creemos que Dios ama entrañablemente a los más débiles? ¿Que para él todos somos hijos preferidos? ¿Que el perdón redime, libera y dignifica al ser humano? Es fácil hacer de juez, imaginarse apedreando a tantos enemigos que tenemos… Y disculpar, después, generosamente, porque somos buenos. Pero cuesta más imaginarse siendo perdonado, en medio de ese círculo en el que muchas veces merecemos estar. Porque no lo somos, aunque queramos aparentarlo… Nuestra mediocridad, vulnerabilidad y pobreza no son un obstáculo, sino un trampolín para encontrarnos más y mejor con Dios y convertir a Él nuestra vida.
Quinto domingo de Cuaresma (C)
Isaías 43, 16-21
Sal 125
Filipenses 3, 8-14
Juan 8, 1-11
Muchas veces acusamos,juzgamos y etiquetamos a las personas.Nos olvidamos que el pecado es humano,pero aún lo es más el arrepentimiento.Deberíamos de aprender de Dios,de su corazón misericordioso y de su mano salvadora.Cuanto nos escandalizamos con los pecados de los demás y como justificamos los nuestros!
ResponderEliminarEl poeta Jorge Debravo tiene un poema que a mí me ha calado hondo,ahí va por si os sirve en vuesrto rato de intimidad con Dios:
Hombre
Soy hombre, he nacido,
tengo piel y esperanza.
Yo exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.
No soy dios: soy un hombre
(como decir un alga).
Pero exijo calor en mis raíces,
almuerzo en mis entrañas.
no pido eternidades
llenas de estrellas blancas.
Pido ternura, cena,
silencio, pan y casa...
Soy hombre, es decir,
animal con palabras.
Y exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.
Jorge Debravo