El Jesús del Domingo de Ramos es peculiar. Nos ubicamos. “Cuando faltan tres días para la gran fiesta anual de la Pascua…” hay en Jerusalén dos procesiones paralelas: La de Pilatos con su séquito, que procedente de Cesarea Marítima viene a pasar los días de Pascua y congraciarse con su pueblo. Se considera Señor, “hijo de Dios”, salvador, vinculado a los dioses. Viene rodeado de grandes tropas y soldados. Su séquito impone, espanta, asusta. Se hace temer. Pocas décadas antes, en una de esas procesiones se ordenó la muerte de dos mil galileos. La otra llega por la puerta del sur: un galileo humilde, montado en un asno. El Reino de Dios, anunciado con maneras vergonzantes y aclamado por una comitiva ridícula.
Ambos tienen un proyecto que viene de lo alto. El poder frente al amor; lo lúcido frente a lo ridículo: ese es el plan de Pilatos. Jesús, un hombre descalzo, entra en la ciudad sabiendo cuál es el futuro que le espera. Trae un proyecto al que teme renunciar, que defenderá: glorificar al Padre amando hasta el extremo. En este día se pone en juego la verdad sobre Jesús. Sólo la verdad puede hacernos libres, decía él mismo. Podemos hacer su radiografía:
Jesús se sabe en manos de su Padre, dependiendo de Él. Es una relación de absoluta confianza, de total pertenencia, de vinculación. No es su plan (que quizás fuese más cómodo) sino el plan de su Padre y Creador. Quiere honrarlo, glorificarlo. Dios es más Dios cuando el hombre ama y comparte amor. El amor llevado hasta el límite a través del servicio es la fuente inagotable de libertad. Es el misterio de la tierra transfigurada, vinculada, que alcanza su razón de ser. “Nadie nos podrá quitar nuestra alegría”. El trigo que muriendo se hace más fecundo…
En estos momentos de nuestra vida, ¿qué vale? ¿Qué nos convence y qué elegimos? ¿La procesión de los romanos o la de los pequeños? ¿A cuál nos gustaría ir de invitados? En cada paso que damos elegimos y empeñamos nuestra vida. Que en estos días la vinculemos más y mejor con la de Cristo.
Domingo de Ramos (C)
Lucas 19, 28-40 (Procesión)
Isaías 50, 4-7
Sal 21
Filipenses 2, 6-11
Pasión según san Lucas 22,14-23,56
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