Las
preguntas y su repercusión en la vida y en la fe. El Evangelio de hoy
nos sitúa ante la fe cristiana, “dejándonos interpelar” por Jesucristo, y
recibiendo la “revelación de Dios”, como fuente de bienaventuranza. En
la Biblia Dios pregunta a las personas; las personas preguntan a Dios; y
el hombre se pregunta: ¿Quién soy yo? ¿Qué sentido tiene mi vida?
¿Quién es Cristo para mí? Las preguntas son más necesarias aún que las
respuestas. Las preguntas nos mueven, nos despiertan, pero sobre todo
nos comprometen, porque crean una relación personal. Por eso, las
preguntas de Dios y a Dios, nos ayudan a entrar en conversación con El y
a dar a la escucha de su Palabra el valor de sentido para la vida. Como
seres humanos, como creyentes, como pobres y buscadores, necesitamos
preguntarnos y dejarnos preguntar, porque lo que ignoramos es siempre
más que lo que sabemos. La formulación de preguntas es el mejor camino
para el encuentro con la verdad... La pregunta del otro sobre mí, y mi
relación con él, es necesaria para la madurez humana y espiritual. Así
ocurre con la pregunta de Jesús hoy: “¿Quien dice la gente que es el
Hijo del Hombre? Y vosotros ¿quien decís que soy yo?, centra hoy nuestra
oración y nuestra reflexión, encontrando en la relación que supone esa
pregunta, infinidad de respuestas a toda nuestra vida.