ALEJANDRO III. En 1179, teniendo Domingo 5 años, el Papa Alejandro III convocó el Concilio ecuménico denominado III de Letrán. Se legisló sobre la elección papal; se preocupó sobre la pastoral dirigida al mundo de los pobres y se aprobaron disposiciones muy concretas sobre la enseñanza, manifestándose que la enseñanza en la escuela catedralicia debía ser completamente gratis para los clérigos y para los pobres, proveniendo el sustento del maestro, no de las cuotas de los escolares, sino del respaldo económico que le adjudique la catedral. La enseñanza no podía convertirse en una empresa lucrativa.
INOCENCIO III. Es considerado como un pastor decisivo para el devenir de Santo Domingo. Tuvo ocasión de tratar con él en dos ocasiones: finales de 1205 y principios de 1206; y en 1215 con ocasión del IV Concilio de Letrán.
Inocencio III sentía gran preocupación por la renovación eclesial, que pasaba por una dignificación del sacerdocio y de la vida religiosa. En concreto, la resolución del problema de la provincia narbonense y el Languedoc fue uno de sus principales desafíos. Le interesaba una renovación a fondo de la vida cristiana en conformidad con el Evangelio y una corrección de los desvíos de la fe que a tantos hacía caer en la herejía.
En 1215, Domingo acompañando al Obispo Fulco al Concilio IV de Letrán, pudo exponer al Papa problemas y proyectos relacionados con la predicación tolosana. Deseaban que se confirmara a favor de Domingo y sus compañeros, una Orden que se llamase y fuese de Predicadores. El Papa recibió a Domingo, a sus frailes compañeros y a las hermanas de Santa María de Prulla bajo su protección, mediante el otorgamiento de una bula el 8 de octubre de dicho año.
Asimismo, Inocencio III pidió a Domingo que, de acuerdo con sus hermanos, eligiera una Regla aprobada sobre la que se apoyara su Orden, y una vez elegida, confirmaría todo lo que le había pedido Domingo: los bienes, la predicación evangélica y el nombre de Predicadores.
HONORIO III. Sucedió a Inocencio III, el cual murió en julio de 1216. A mediados de octubre de dicho año, Domingo salió hacia Roma. El 22 de diciembre Honorio III confirmó todo lo que Inocencio III había prometido a Domingo mediante la bula de confirmación de la Orden, otorgándole protección y amparo apostólico para ponerlo a salvo de cualquier traba que pudiera impedir su propósito religioso de vida. El 21 de enero de 1217 firmaba una nueva bula dirigida al prior y hermanos Predicadores de San Román de Tolosa, a los que llamaba “atletas del Cristo”, para que se dedicaran con todas su fuerzas a evangelizar la Palabra del Señor.
Honorio III a lo largo de su mandato promulgó una serie de bulas en favor de la Orden.
Gregorio IX. Antes de su elección papal, el Cardenal Hugolino, obispo de Ostia, ayudó a Domingo en todos los asuntos concernientes a la firma por parte de Honorio III de la bula de confirmación de la Orden. También como cardenal celebró la Misa e hizo el oficio de exequias y sepultura de Santo Domingo.
Como Papa Gregorio IX autorizó y alentó la traslación de forma solemne del cuerpo de Santo Domingo desde su primer lugar de sepultura en el suelo de la pequeña Iglesia de San Nicolás, a una nueva zona de la iglesia, que se construyó al efecto.
Asimismo, autorizó la apertura de la causa de canonización de Domingo, de cuya muerte se iban a cumplir doce años, mediante el nombramiento de comisarios encuestadores y notificó la introducción del proceso.
Después de la tramitación oportuna, decidió inscribirlo en el catálogo de los santos, en Rieti, el 3 de julio de 1234, “después de habernos consolado en la tierra con su gran amistad, nos otorgará desde el cielo la alegría de su poderoso patrocinio”.