1ª.-
"PADRE, PERDONALOS". Lc 23, 33-36
Mira, pues, con cuánta piedad y mansedumbre, pronunció
este Señor esta palabra, diciendo: Padre, perdona a éstos, que no saben lo que
hacen. Primero que consuele a su madre, primero que provea a sus amigos,
primero que encomiende al Padre su espíritu, provee a sus perseguidores de
remedio... ¡Oh bondad sin medida! ¡Oh inestimable caridad!
...Pues
en el tiempo que... después de haber crucificado el cuerpo del Señor con clavos,
crucifican su piadoso corazón con sus lenguas, el mansísimo Cordero, teniendo
más compasión de la perdición de sus almas que dolor de sus propias injurias,
hace esta oración al Padre por ellos.
Nosotros, cuando somos injuriados, aguardamos a que el
tiempo cure nuestras pasiones y queremos que entre tanto esté ociosa la virtud
y la razón. Aguardamos a que la humildad y reconocimiento de nuestros
malhechores nos aplaque, y así venga a ser el perdón más virtud ajena que
nuestra. Nada de esto mira el Salvador; no aguarda que se cierren las llagas ni
que el tiempo cure las injurias, sino en medio de las heridas de su cuerpo y de
las palabras que tiraban como saetas a su corazón, saca El palabras de su
corazón, no herido con verbo, sino herido de amor y compasión.
Todos sus miembros y sentidos tenía impedidos y
atormentados, cada uno con su propio tormento; los pies y manos, clavados y
todos los otros miembros, descoyuntados y estirados en la cruz. Sólo la lengua
estaba libre, aunque amargada con la hiel que le habían dado, y ésta, que sola
quedaba suelta, emplea ahora en hacer oración por quien le hacía tanto mal.
Pues, ¡Oh Cordero de infinita piedad y mansedumbre! no
seáis para con los enemigos piadoso y para con los vuestros severo, ni sea
medio para medrar con Vos ser cruel y duro con Vos. Aquí, Señor, me presento
derribado a vuestros pies, no escandalizándome con vuestra muerte, sino
predicando vuestra gloria; no haciendo burla de vuestra pasión, sino compadeciéndome
de vuestro dolor. Pues levantad, Señor, la voz y encomendadme a vuestro dulce
Padre y decidle: Padre, perdona a este pecador, porque no supo lo que se hizo.
(Fr. Luis de Granada)
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