“Creed en el Evangelio”
Según Santo Tomás, todo hábito de conocimiento tiene un doble objeto: lo conocido en su materialidad y aquello por lo que es conocido, o razón formal. Pues, lo mismo en el caso de la fe. Si consideramos la razón formal del objeto, la fe no es otra que la verdad primera, ya que la fe de que tratamos no presta asentimiento a verdad alguna sino porque ha sido revelada por Dios, y por eso se apoya en la verdad divina como su medio. Pero si consideramos en su materialidad las cosas a las que presta asentimiento la fe, su objeto no es solamente Dios, sino otras muchas cosas, que tiene como principio primero que tienen alguna relación con Dios.
En este último sentido, las verdades que se refieren a la humanidad de Cristo, los sacramentos de la Iglesia y todas las verdades transmitidas en la Sagrada Escritura caen bajo la fe en cuanto que nos ordenan directamente hacia Dios.
Santo Tomás recoge la expresión de Hebreos 11,6 “el que se acerca a Dios ha de creer”. La luz de la fe hace ver las cosas que se creen. Igual que el apóstol Tomás vio una cosa y creyó otra: vio al hombre y, creyendo en Dios, lo confesó diciendo: “Señor mío y Dios mío”.
Pero no es posible creer si no hay alguien o algo que proponga la verdad que debe creer. Y esa verdad de fe se encuentra en la Sagrada Escritura. En ella está suficientemente explicada la enseñanza de Cristo y de los apóstoles, aunque de un modo disperso y con formas variadas, por lo que requiere estudio y ejercicio. Este puede ser el significado de “creed en el Evangelio”.
Oración
Señor y Dios mío,
que sea sincero sin hipocresía,
que haga el bien sin ser presuntuoso,
que corrija al prójimo sin arrogancia,
que lo edifique con la palabra y el ejemplo.
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