"Perder la vida para salvarla"
Para Santo Tomás, fue “convenientísimo” que Cristo padeciese la muerte de cruz, entre otros motivos, para que muriendo corporalmente, a semejanza del pecado, esto es al castigo por el pecado, nos diese ejemplo de morir espiritualmente al pecado. Por eso se dice en Rom. 6, 10-11: Porque, muriendo, murió una vez al pecado; pero, viviendo, vive para Dios. Así pues –nos dice Santo Tomás- también vosotros haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios.
Para él “perder la vida para salvarla” implicaría una entrega total a Dios y a los demás, que conduce a una mayor realización espiritual y a la verdadera vida eterna; renunciando a los placeres y ambiciones egoístas, se encontraría la verdadera felicidad y plenitud en la comunión con Dios. Sería trascender el yo individual para unirse a un propósito superior y eterno.
Esta idea se puede encontrar también cuando Santo Tomás analiza la virtud de la caridad, la relación entre el amor a uno mismo y el amor a Dios, así como el amor al prójimo. En este contexto, sostiene que el amor propio no es contrario al amor a Dios, sino que se subordina a él cuando está dirigido correctamente.
Oración
Dame, Señor y Dios mío,
que no decaiga, ni en la prosperidad ni en la adversidad;
que no me ensoberbezca en alguna cosa,
ni me deprima en otra;
de nada goce o me duela
sino en lo que me lleve a ti o me separe de ti.
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