Oración, limosna y ayuno.
El miércoles de ceniza -el inicio de la Cuaresma- representa para Santo Tomás de Aquino una llamada a la reflexión y la penitencia. Destaca que la ceniza simboliza la fugacidad de la vida terrenal y la necesidad de arrepentimiento. Es un momento para examinar nuestras acciones y buscar la reconciliación con Dios.
Según Santo Tomás, “no oramos para alterar la disposición divina, sino para impetrar aquello que Dios tiene dispuesto que se cumpla mediante las oraciones de los santos. Es decir, como dice San Gregorio, para que los hombres merezcan recibir, pidiéndolo, lo que Dios todopoderoso había determinado darles, desde antes del comienzo de los siglos.
Mediante la oración el hombre muestra reverencia a Dios en cuanto que se le somete y reconoce, orando, que necesita de Él, como autor de sus bienes.
Para la oración se requiere que el orante se acerque a Dios, a quien ora, ya que orar es levantar el alma a Dios. También se requiere la petición, ya sea de forma indeterminada, como cuando sencillamente se le pide a Dios que le ayude, o algo más concreto.
Respecto a la limosna, Santo Tomás refiere que los “actos exteriores pertenecen a la misma virtud que impulsa a realizarlos. El motivo que impulsa a dar limosna es acudir en auxilio de quien es víctima de una necesidad. Y sobre si es preceptivo dar limosna, Santo Tomás dice que “siendo de precepto el amor al prójimo, debe serlo también lo que resulte indispensable para conservar ese amor. Pues bien, en virtud de ese amor debemos no solamente querer, sino también procurar el bien del prójimo, a tenor de lo que nos enseña San Juan (1 Jn. 3,18): No amemos de palabra y con la lengua, sino con obras y de verdad. Ahora bien, querer y hacer el bien al prójimo implica socorrerle en sus necesidades, lo cual se realiza con la donación de la limosna. Por tanto, ésta es preceptiva.
En cuanto al ayuno, mantiene Santo Tomás, que un acto es virtuoso cuando se ordena, guiado por la razón, hacia un bien honesto. Y esto se da en el ayuno, ya que hace que la mente se eleve a la contemplación. Santo Tomás recoge de un sermón de San Agustín, lo siguiente: El ayuno purifica la mente, eleva los sentidos, somete la carne al espíritu, hace al corazón contrito y humillado, disipa las tinieblas de la concupiscencia, apaga los ardores de los placeres y enciende la luz de la caridad. Es, pues, claro –apostilla Santo Tomás- que el ayuno es un acto de virtud.
Oración:
Concédeme, Dios misericordioso,
desear ardientemente lo que te es grato,
investigarlo prudentemente,
conocerlo verazmente
y cumplirlo perfectamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comparte con nosotros...