Aprender,
siempre aprender
En el haber de los frailes predicadores ocupa un
lugar relevante el estudio como medio para acercarnos mejor al Dios de los
hombres con sus heridas y esperanzas para mejor servir el evangelio de la
gracia a los coetáneos. Si el estudio, además, lo enmarcamos en una vocación
con marchamo orante, resultará a no dudar un quehacer teológico de alta calidad
que redundará, a su vez, en modos y mensajes evangelizadores de muchos
quilates.
El fraile predicador, tras unos pocos años en el
servicio pastoral del Pueblo de Dios, también aprende que cuando se han vaciado
los años con los únicos pertrechos de la predicación del evangelio y la
compasión con los iguales, que Dios Padre-Madre no solo es el que conduce
nuestras vidas e ilusiones, sino también es el que en la hora oportuna se cruza
en el camino de todos sus hijos, creyentes o no, buen0s o malos. En esta
encrucijada, además, sabe decirnos a cada uno en tono y contenido personalizados,
que está siempre con nosotros y que es la mar de feliz cuando seguimos el
camino de su Hijo. También, y con ternura gratificante, se ocupa de constatar cuál
es la prioridad del corazón de cada uno de sus hijos, y ¡bien que lo celebra
cuando la Buena Noticia de Jesús inunda la comunidad, las manifestaciones
religiosas y la Iglesia!
Sin duda, que tal vivencia anima a seguir
aprendiendo de los mil y un detalles que tiene el Dios-con-nosotros cuando con
la Palabra de su Hijo trenza, día a día, nuestra vida, ¡y qué bien lo hace!.
Fr. Jesús Duque OP.