Entró
muy joven en la Orden de penitencia de Santo domingo, floreció con pureza de
vida y soportó numerosos sufrimientos por los pecadores. Curada milagrosamente
por intercesión de santo Domingo, cuando peregrinó a su sepulcro, se dedicó con
mayor fervor aún a la oración y penitencia..
Infunde, Señor, en nosotros
la gracia de la penitencia, de la oración y de la
humildad
para que, a imitación de la virgen beata Bienvenida,
mortificando la carne y viviendo según el Espíritu
y siempre con
el pensamiento en las cosas del cielo,
encontremos,
sólo en ti, nuestro
descanso y finalmente la gloria.
Por nuestro
Señor Jesucristo.