Presbítero
de la Orden de Predicadores, su papel es
considerado, no como protagonista, sino como compromisario que asume
conscientemente su cometido y tiende a desempeñarlo con plena responsabilidad.
La Providencia le otorgó el
don de encontrarse con una mujer excepcional por su santidad y compromiso
político, Catalina de Siena.
Su vida se enmarca en tres
fases distintas: la primera, que se caracteriza por la gozosa incorporación de Raimundo
a la vida dominicana y apostólica (esta fase se extiende desde su nacimiento
hasta su encuentro con Santa Catalina); la segunda se agota en el
acompañamiento y dirección espiritual de Catalina; la tercera, que abarca los
últimos 20 años de su vida, está animada por tres intenciones que se entrecruzan
continuamente: superación de trágico cisma de Occidente, reforma de la Orden
Dominicana de la cual Raimundo es Maestro, y exaltación de Catalina de Siena.
La reforma que Raimundo de
Capua va a poner en marcha es fruto madura de diez años de visitas canónicas,
de reflexiones y consejos siguiendo el
imperativo cataliniano de “renovar la Orden”. Mediante el decreto de 1
de noviembre de 1390, el Maestro Raimundo ordena que en todas las Provincias
exista al menos un convento abierto a cuantos frailes deseen seguir a la letra
el cumplimiento de las Constituciones.
En España, a la luz de los
textos legislativos y sobre esas bases jurídicas, se creó Scala Coeli. El plan
de Fray Luis y Fray Alvaro era irradiar desde Scala Coeli la luz potente de la reforma
a otras latitudes, proyectarla abrazadoramente a todos los conventos.