Casi 900 millones de personas no tienen acceso al agua potable en nuestro mundo. Viven con sed, pero sin la posibilidad de saciarla. Otros muchos, quizás nosotros, tal vez todos, vivimos buscando donde alimentar la sed que nos invade. Nos sobra el agua, pero nos falta la vida.
Desde que somos humanos andamos buscando algo que nos sacie. La búsqueda de amor nos lleva a amores mayores, pero ninguno nos colma. La sed por la comodidad material, por el poder, por el dinero, siempre nos abren a otras necesidades más hondas; y ninguna nos llena. ¿Por qué buscamos tanto? ¿Por qué todas las experiencias que anhelamos, en las que ponemos nuestros mayores sueños y volcamos las mejores energías, siempre terminan dejándonos un sabor agridulce?
Será que debe ser así. Que tenemos ese fallo en lo más hondo. Que no hay remedio. Que la frustración es lo máximo que se puede alcanzar de todas las búsquedas. Así pensaba la mujer de Sicar, como siguen pensando muchos de los nuestros todavía. Quizás nosotros. Hasta que encontró a un hombre de “agua viva” junto al pozo de sus frustraciones y rutinas. Esperando, siempre esperando, como si llevara allí media vida haciéndolo. Para ofrecer salida, camino, futuro y horizonte.
Y Jesús sigue haciéndolo. Se sigue sentando al lado de tus amarguras, donde no encuentras más que sequía. No te ofrece lo que tú crees necesitar, sino lo que en verdad necesitas. No te regala un bastón para abrir pozos mágicos, te regala gotas de amor profundo para que tú busques el manantial. No da solución a tus problemas, sino sentido y fuerza para afrontarlos. No te pide que busques fuera, sino que encuentres dentro. Que te asomes al brocal que es Su vida, y te admires del proyecto que tal vez tenga para ti.
Quizás hayas probado ya muchas aguas, y ninguna te ha llenado del todo. Quizás te hayas equivocado de pozo. Solamente haz la prueba. Atrévete a dialogar con Él, a contarle tus cosas, a mostrarle tu corazón sediento, tus afectos secos, tu sensibilidad mortecina. Y deja que Él haga el resto.
Tercer domingo de Cuaresma (A)
Éxodo 17, 3-7
Salmo 94
Romanos 5,1-2.5-8
Juan 4, 5-42
Homilía de dominicos.orgHomilía de José A. Pagola
SIEMPRE HABÍA PENSADO QUE LA ÚNICA ESPERANZA ERA LA QUE YO DEPOSITABA EN EL SEÑOR.QUÉ GRAN DESCUBRIMIENTO SABER QUE ÉL ESTÁ SENTADO ESPERÁNDOME A MÍ!
ResponderEliminarGRACIAS SEÑOR POR TU PACIENTE ESPERA.