LA
CONTEMPLACIÓN
como “huella de Santo Domingo de Guzmán”
e ingrediente del carisma dominicano.
(Pinchar en el cuadro para oir en audio)
Contemplar es, según la RAE, poner la atención en algo material o espiritual. ¿Qué puede decirnos esto a nosotros hoy, miembros de la Familia Dominicana? La contemplación es parte integrante de nuestro carisma. De hecho, a lo largo de los siglos, se ha hecho famosa la frase CONTEMPLATA ALIIS TRADERE, como síntesis del Carisma que recibió Santo Domingo.
Como monja contemplativa en la Orden de Predicadores, ¿qué puedo decir de la contemplación? ¿Cómo vivimos nuestro carisma de monjas predicadoras desde la contemplación?
La contemplación es para mí, para nosotras, el hábitat natural en el que se desarrolla nuestra vida, es el ecosistema donde todo encuentra sentido. De hecho, en nuestras Constituciones leemos, “las monjas destinadas por Dios especialmente a la oración (contemplación), no quedan excluidas de todo ministerio, pues escuchando la Palabra, celebrándola, y guardándola, anuncian el Evangelio de Dios con el ejemplo de su vida”.
Todo en el monasterio está ordenado a este “estar atentos”, a este mirar a Dios con nuestros propios ojos, para terminar mirándolo todo con los ojos de Dios. Nuestra vida tiene sentido en la medida en que podemos entregarnos en cuerpo y alma a que se cumpla la Palabra de Isaías: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, así será mi Palabra, que sale de mis labios, no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo” (Isaías 55, 10-11).
Este es nuestro ministerio, la contemplación, prestar atención a Dios en primer lugar, para luego prestar atención a los hombres y mujeres de nuestro mundo, a todos aquellos a los que queremos proclamar la gracia de Dios en nuestra historia humana.
Para ello nos ayudan la oración, el estudio, el silencio, la ascesis, medios imprescindibles para prestar atención a lo importante, vaciándonos de nosotros mismos. Para llegar a tener la mirada de Dios sobre la realidad, es preciso hacer una kénosis desde lo profundo del corazón.
Sólo así podremos consagrarnos totalmente a Dios y al mismo tiempo, perpetuar el carisma especial que nuestro Padre tuvo para con los pecadores, los pobres, los afligidos, llevándolos a todos en el Sagrario íntimo de nuestra compasión.
Sor Inmaculada de la Cruz, OP
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