La ESCUCHA y el SILENCIO
como “huellas de Santo Domingo de Guzmán” e ingredientes del carisma dominicano.
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Pertenece a la tradición dominicana más antigua el famoso dicho: “el silencio es el padre de los predicadores”. No sería raro que esta actitud, que es más bien un estilo de vida, fuese distintiva del propio Santo Domingo: la Predicación se gesta en la escucha y en el silencio de forma natural, y va tomando cuerpo real cuando pretende encarnarse en el contexto concreto al que se dirige. Predicar tiene que ver con escuchar, acoger y guardar silencio. Podríamos descubrir estos rasgos en la vida del Fundador de forma fácil; pero nos serviría de poco si no somos capaces nosotros, predicadores y predicadoras de este siglo XXI, de asumir este doble movimiento que origina el servicio de la Evangelización. ¿Qué nos aconsejaría Domingo a quienes queremos hacer de la Palabra nuestro estilo de vida?
Practica el silencio, puerta de la oración
El que andaba por los caminos en silencio “pensando en nuestro Redentor”, era el mismo que velaba en la noche, cuando todo está callado, e invitaba a hacer espacio interior a la vida. La palabra que puede alimentar no se improvisa, se madura en la profundidad del silencio, allí donde está lo hondo y auténtico. ¡Somos invitados a cuidar, crecer y practicar el sano silencio donde todo se hace nuevo!
Escucha y déjate nutrir por la Palabra que quieres predicar
El Evangelio misionero de Mateo y las cartas de Pablo eran sus escritos preferidos, pero Domingo conocía, y tal vez sabía de memoria, gran parte de los textos bíblicos con los que exhortaba y convencía. No se trata de “lanzar” la Palabra, sino de saborearla primero, acogerla y personalizarla, amarla de forma auténtica, sin traicionarla o menospreciarla. La palabra bíblica es el eco escrito de la Palabra encarnada. ¡Nunca dejemos de enamorarnos, en la escucha y la acogida, de la Palabra de Dios!
Ponte en el lugar del otro y dialoga
La llegada de Domingo al Sur de Francia fue sin juicios ni críticas. Empezó escuchando, dedicando tiempo a este servicio, siempre tan urgente. En la posada, en los caminos, en las aldeas, sentado al confrontar intelectualmente con los otros… Escucha, acoge, permite al otro expresarse con libertad, se toma tiempo para exhortar o corregir, con suavidad y sin reñir. ¡Qué necesario sigue siendo dialogar sin prejuicios, dejar espacio al otro para expresarse, reconocer con humildad que no siempre tenemos la razón!
Acoge la Verdad en el estudio y la compasión
Estudiar no hace a Domingo alguien alejado. Él tiene la habilidad de darle a este aspecto un sentido apostólico, pastoral. Estudia para cambiarse a sí mismo, pero también para ofrecer la luz de la Verdad al mundo. El estudio es, ante todo, un servicio de escucha, una disciplina interior que permite hospedar en la mente y el corazón a otros, de ahora y de todos los tiempos. Estudiar es acoger la vida y al que es su Autor. Es ofrecer la Verdad como misericordia, un acto de compasión. En el silencio y la reflexión, en los libros y en las vidas de las gentes, Domingo escucha la Verdad, pero a la vez, ofrece la Verdad predicada.
La escucha, el silencio fueron para Santo Domingo, tal vez sin ser nombradas, actitudes decisivas al servicio de la Predicación. Con nuestro Fundador, queremos retomar nosotros el desafío en este tiempo de ser hombres y mujeres que puedan predicar porque primero han ahondado en el misterio interior que a todos nos habita, han dialogado sin prejuicios y con mirada bondadosa, han hecho de la Palabra la brújula del camino y han procesado de forma disciplinada la Verdad que en todo se esconde.
Fr.
Francisco Javier Garzón Garzón, OP
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