viernes, 11 de agosto de 2023

Tras las huellas de Santo Domingo de Guzmán: Ingredientes del carisma dominicano (4)


 

La COMUNIDAD 

como “huella de Santo Domingo de Guzmán” 

y ingrediente del carisma dominicano


      

(Pinchar en el cuadro para oir en audio)



    Santo Domingo, desde el comienzo, se fue rodeando de familia: hermanos y hermanas que compartían el proyecto de la predicación. Algunos de ellos fueron buscados, la mayor parte aparecieron como regalo de Dios, de cualquier forma, nuestro padre comprendió enseguida que la comunidad era esencial en su plan evangelizador. La comunidad permitía una mayor difusión del mensaje de Jesús, le otorgaba también solidez y duración, sí, pero, ante todo, la fraternidad era la primera de las predicaciones y la más eficaz. En aquellos tiempos –como en los nuestros- en los que la gente estaba saturada de sermones y palabras, la vida fraterna que se desarrollaba en aquellas “casas de predicación” era un testimonio, una predicación desde el ejemplo, la prueba de que aquello que se dice puede ser vivido, hacerse realidad.

    La vivencia de los dominicos y dominicas, laicos, frailes, hermanas, monjas, jóvenes unidos como familia sigue siendo hoy una de las mejores aportaciones que podemos ofrecer a la iglesia y al mundo actual.

    Ser comunidad supone compartir la oración, el estudio, los bienes y los dones, pero lo esencial es el saberse llamados a una misión común y el aprender a quererse en libertad. Tener presente que los hermanos hemos sido convocados por Dios y que Él sabe por qué ha llamado a cada cual, ha de llevarnos a vivir de un modo realista aquello que únicamente pedimos al profesar: la misericordia.

    Nuestro carisma de la predicación únicamente puede vivirse si nos esforzamos por aceptar al hermano, si dejamos de lado los idealismos o el romanticismo comunitario para amarnos tal y como somos, con nuestras luces y con nuestro pecado también; por perdonarnos y ponernos al servicio… por vernos mutuamente como un don precioso que Dios nos hace.

    Y todo ello no es para crearnos una burbuja de bienestar afectivo y espiritual en la que encerrarnos, sino como impulso para salir a las calles, la vida comunitaria debe llevarnos a extender esa realidad sin miedo: a acompañar la vida de las personas, a denunciar las injusticias y anunciar la esperanza, a llevar a todos la alegría de vivir tras los pasos de Jesucristo.



Fr. Félix Hernández Mariano, OP

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