viernes, 4 de agosto de 2023

Tras las huellas de Santo Domingo de Guzmán: Ingredientes del carisma dominicano (2)



La ITINERANCIA
como “huella de Santo Domingo de Guzmán”
e ingrediente del carisma dominicano.




(Pinchar en el cuadro para oir en audio)



    El ser humano es el ser vivo que no se conforma con su hábitat. Va más allá de sus límites, los horizontes no son una barrera, sino una incitación. Llevado por su deseo de siempre más lejos, siempre más grande, siempre más vivo, usa su inteligencia para planear metas y caminos, y su voluntad para recorrerlos. Así han nacido la cultura, las artes, las ciencias, la sociedad.

   En muchas civilizaciones, el prototipo de la persona es el viajero: Ulises, Abraham, Sigfrido… El que se lanza a lo desconocido pare encontrarse a sí mismo, a los demás y a Dios.

    Pero hay tres modos de hacer camino: el del vagabundo, que anda mucho y se cansa, pero al no tener metas, no llega a ninguna parte; no sabe si avanza o retrocede. El del turista, que recorre mucho, pero superficialmente. Su ideal es hacerse selfies: él siempre protagonista, y lo demás: personas, acontecimientos, culturas, son solo un bonito decorado, con los cuales no se compromete y son intercambiables. Pero está también el del peregrino: sabe su meta, aunque no pueda describirla ni definirla, porque aún está más allá, pero le ofrece una referencia para saber si está en el camino correcto, le aporta esperanza, ilusión, sentido y fuerza.

    Ser itinerante para el hombre y la mujer no es una tarea entre otras. Ni siquiera un modo de vida: es un modo de ser. El que no avanza, retrocede; el que no acierta en el camino, se pierde.

    Los primeros cristianos llamaron a su nuevo modo de vida “el camino”. Cristo, según san Juan, se definió como “yo soy el camino”. Ser cristiano es vivir en seguimiento (por lo tanto en camino) tras el Señor que va delante.

    Domingo de Guzmán fue itinerante: geográficamente, recorriendo los caminos de Europa, a pie, paso a paso y encuentro con encuentro. Mentalmente: abriéndose a las nuevas ideas y mentalidades, incluso de los que no pensaban como él y como la Iglesia. Espiritualmente: dejando que el Espíritu, a través de él, iniciara un nuevo carisma de la predicación en y desde la comunidad: hermanos y hermanas itinerantes de la Palabra.

   Hoy la Iglesia nos quiere en estado de sínodo, es decir: “caminando juntos”. Y tres son las fronteras a dónde tenemos que ir: la frontera del propio corazón, el continente más grande y menos conocido, para evangelizarlo. La frontera de nuestro mundo actual, tan plural, tan global, tan desconcertante, pero amado por Dios. La frontera de nuestra Iglesia para impedir que se convierta en un club de nostálgicos, paralizado por las perezas y los miedos, sino que sea cada vez más una comunidad alegre, dinámica, y contagiadora de la vida de Jesús.

   “Peregrinar o morir”, NO es un lema. Es la ley de la vida, que convierte todas las crisis en crisis de crecimiento.



Fr. Francisco José Rodríguez Fassio, OP

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